viernes, 20 de febrero de 2015

Stefania Patiño Franco – cc 1152442936

HISTORIA SOCIAL

¿Hemos venido aquí para reír o para llorar? ¿Estamos muriendo, o estamos naciendo? Quise comenzar con estas dos preguntas  que nos plantea el autor Carlos Fuentes, en su novela Terra Nostra que nos habla  de Felipe II “defensor de la fe”. “Su reinado agoniza mientras nace un mundo diferente: donde los castillos son remplazados por ciudades, los campesinos por villanos, los príncipes y reyes por burgueses. Encontrándose en un mundo cambiante donde no sabe qué hacer”. Aunque este fragmento sea de una novela, de algún modo es lo que vivimos los seres humanos en nuestro día  a día, es un gran temor por los cambios, ya no sabemos qué hacer ¿si escondernos o enfrentar la realidad?.

Lo anterior es una pequeña reflexión que nos lleva hablar de la historia social, para aceptar nuestra constante transformación. Muchos padres de la sociología se  han interesado por la tendencia general de la historia y su significado. Estos buscaron la explicación del desarrollo pasado y muchos trataron de predecir el futuro.

El autor Herbert Spencer “vio el desarrollo de la sociedad como un proceso evolutivo que, lo mismo que la evolución orgánica, es proceso de crecimiento, de complejidad cada vez mayor, de creciente diferenciación de estructuras y funciones, y de una interdependencia cada vez mayor entre las partes diferenciadas” (Los cambios sociales. Fuentes, tipos y consecuencias).

Los seres humanos experimentaron tres grandes acontecimientos de cambio, donde cada uno de estos sepulto culturas y le dio vida a otras.

Uno de los grandes acontecimientos fue la revolución agrícola: que comenzó hacia el año 8000 a. d  J.C  y domino la tierra hasta los años 1650-1750 de nuestro tiempo. Fue una economía  de recolección, caza y pesca; donde ellos mismos fueron los productores y consumidores.


Luego llega la revolución industrial: donde las personas se trasladan a las grandes ciudades dejando atrás el campo. Estas comienzan a trabajar en grandes empresas, en esta época se desarrolla el transporte y las comunicaciones, también surgen el estado – nación. “El industrialismos rompió la unión de producción y consumó y separo al productor del consumidor”.

Y por último esta la revolución  informática: donde la sociedad es un conjunto de redes económicas y sociales que producen, acumulan e intercambian información de forma rápida y con bajos costos respecto al pasado, mediante tecnologías digitales. Aquí aumenta el sector de servicios y de comercio, sobre sectores de producción, transformándo totalmente las relaciones sociales.

En cada uno de estos acontecimientos aparecieron autores, movimientos, nuevas formas de interpretar el mundo, inventos, entre otros. Que poco a poco aportaron nuevas perspectivas.

Uno de esos autores, fue el naturista inglés Charles Robert Darwin; que  planteó 10 lecciones para los humanistas, donde nos regala unas posturas, que  ayudaron a entender la sociedad. En su apartado  habla sobre la cultura, la evolución, la religión como la que cree y la ciencia la que se demuestra, también habla de los genes, la homosexualidad, la guerra y por ultimo del egoísmo. A partir de este análisis el autor  demuestra cosas que en el transcurso de sus investigaciones descubrió, y que de alguna manera  sirvió a las nuevas generaciones para comprender  la especie humana.


También aparece el movimiento fascista en el año 1922 hasta 1943, el estado fascista ejercía su autoridad por medio de la violencia, la propaganda y el sistema educativo. Los escritores cansados de este régimen, que atropellaba la cultura; decidieron realizar el “21 de junio de 1935 en la Sala de la Mutualité, en París, el Primer Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura”. Dando una solución para acabar con ese sistema político y de autoridad.

Y por último está la contracultura tomada de los años 60 con el movimiento hippie, su ideología era  paz y amor, el medio ambiente, la libertad y la música; donde cientos de jóvenes hicieron una revolución  contra el sistema social, ya que las juventudes no eran tenidas en cuenta. Gracias a este movimiento, éstos comenzaron a tener un papel importante en la sociedad.


Para concluir estamos en un constante devenir y como lo mencione, nuestro mayor miedo se llama metamorfosis. Los seres humanos tenemos que ser consecuentes  con la época en la que nos todo vivir y no olvidar nuestra historia social que es la que ha impulsado al mundo a estar donde está.




miércoles, 18 de febrero de 2015

Link de TIEMPOS MODERNOS

https://www.youtube.com/watch?v=b6mrvKTopY8

Diez lecciones de Darwin para los humanistas


Diez lecciones de Darwin para los humanistas

El legado de la evolución

En conversación con Arcadia, el biólogo evolucionista Manuel Ruiz-García, director de la Unidad de Genética de la Universidad Javeriana, repasa las posturas más polémicas de la biología.

Por: Lina Vargas*Bogotá

 1. Somos resultado de la evolución “Hay un autor fundamental en la biología evolutiva, Theodosius Dobzhansky, que en los años setenta escribió: ‘Nada en biología tiene sentido si no es visto a través del prisma de la evolución’. Imaginemos a un fisiólogo que está mirando una célula por un microscopio y descubre algo. Es como un fotograma. La biología evolutiva coge esos fotogramas y monta una película que trata de reconstruir la historia completa y no solo un momento determinado de una especie. Lo que hacemos es comprender los mecanismos que han ocurrido para que los seres vivos sean como son: de dónde han venido o en qué aspectos han evolucionado. Ya antes de Darwin, los griegos clásicos tenían cierta noción de que los organismos cambiaban en el tiempo. El gran mérito de Darwin fue proponer un mecanismo mucho más eficiente para explicar la evolución: la selección natural. Es un proceso que hace que los individuos que son más competitivos sean aquellos capaces de pasar más genes a la siguiente generación en detrimento de otros individuos menos eficaces que no logran pasar sus genes y cuyas características terminan extinguiéndose. Darwin hizo otro aporte del que no se habla tanto: la selección sexual, que consiste en que dentro de las distintas especies las parejas no se aparean aleatoriamente sino que machos y hembras escogen ciertas características en su pareja para que se propaguen a las siguientes generaciones. Hoy sabemos que la selección sexual hace parte de la selección natural y que es la naturaleza y no un dios creador la que abona el camino para que aparezcan nuevas especies”.

 
2. Hubo malas interpretaciones
“Durante todo el siglo XX la visión cultural prevaleció sobre la biológica y eso hizo que aparecieran teorías como el darwinismo social. El filósofo inglés Herbert Spencer fue el primero en decir que el pez grande se come al más pequeño o en términos de evolución que el más fuerte siempre acaba venciendo al más débil. Lo que hizo fue proyectar la teoría darwinista al proceder de los humanos y de esa manera justificó la existencia de castas superiores e inferiores. De allí vino la eugenesia y la creencia de que ciertos individuos con ciertas características no tendrían derecho a reproducirse por el bien del grupo. Intentaron aplicar la competencia de los organismos en el medio ambiente a la conducta humana, pero con la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial esa visión biologicista aplicada a los humanos cayó estrepitosamente”.
3. La cultura no lo es todo
“Hasta principios de los años ochenta se pensaba que los humanos éramos una tábula rasa y que cuando veíamos a un niño de doce años fumar era porque había aprendido la maña de los padres y así con cualquier otro tipo de comportamiento. Eso implicaba que no había nada programado genéticamente sino que era el medio ambiente el que moldeaba a las personas. El niño que fuma puede explicarse así: el comedor compulsivo recibe una recompensa al comer igual que la persona que se droga o fuma. Hay un gen que codifica para un neurotransmisor que es la dopamina que está implicada en este proceso. Ese gen tiene tres o cuatro variantes que en genética se llaman alelos. Resulta que una de esas variantes es la que predomina en la mayor parte de la población que no tiene adicciones. Pero si se reúne a un grupo de personas con desórdenes de comportamiento que tengan que ver con la comida, el sexo o las drogas, se va a encontrar que comparten una variante que no es la que predomina en la población sin adicciones. Es decir, que si un niño hereda uno de esos genes adictivos y se cría en una familia de no fumadores es muy probable que fume. Otro ejemplo: tanto en la religión judía como en la musulmana está prohibido comer carne de cerdo. En la antigüedad se pensaba que era carne maldita porque las personas que la consumían morían. Hoy sabemos que muchos de esos cerdos tenían un parásito mortal. La predisposición genética no es una condena. Hay un margen de movilidad. Con terapia, el niño que fuma puede dejar de hacerlo. Imaginemos una mesa en la que el barniz es la cultura y lo que hay debajo es la biología. Las dos cosas son importantes, pero sin la madera, la mesa no existiría”.
4. La religión cree y la ciencia demuestra 
“Si los humanos fuéramos inmortales y no tuviéramos ningún problema en la vida no tendríamos que creer en algo que nos solucionara esos problemas. El asunto es que en la ciencia no creemos sino que demostramos y eso requiere esfuerzo, inteligencia, perspicacia y sistematicidad. La mayoría de las personas prefiere que haya una cabeza que los guíe para así despreocuparse de resolver todas esas cosas. Es más fácil creer que hay una fuerza sobrenatural que nos va a arreglar la vida que arreglarla nosotros mismos. En los últimos años se ha encontrado un gen que predispone a creer. Quienes lo tienen están predispuestas a tener fe, a ser trascendentes y a pensar que todos en el universo somos un solo conjunto. Prácticamente, el cincuenta por ciento de las personas tiene el gen de la fe y el otro cincuenta no lo tiene. Eso significa que en la población humana hay una mezcla entre personas que creen que ayudan a los demás y personas que son egoístas y materialistas. También es cierto que hay un retorno de las ideas creacionistas lo que más que un peligro para la biología evolutiva es un peligro para la humanidad. Si uno mira en qué partes del mundo el creacionismo está tomando fuerza se dará cuenta de que es en Estados Unidos, donde hay cientos de iglesias protestantes, y en el mundo musulmán. En los colegios del sur de Estados Unidos los creacionistas difundieron una falsa ciencia a la que llamaron el Diseño Inteligente. Su premisa era que un mecanismo tan complejo como el del reloj no hubiera podido ser creado si no existiera un relojero. Tampoco los organismos vivos han podido ser fruto de la casualidad ni de la selección genética sino de un creador inteligente. Piensan que todo fue producto de un golpe y no de un proceso en el que las piezas se han ido ensamblando. Una persona que ve el mundo de esa manera no está abierta al diálogo. En la ciencia, en cambio, hay un enorme poder crítico”.
5. Nos parecemos a las hormigas
“Hay algo que todos los organismos vivientes compartimos y es que nuestro material hereditario contiene genes. Cómo se almacena la información es algo que tenemos en común con una planta, un insecto o un mico. Hay un principio que mueve a los seres vivos y es que todos tienen ADN. Cualquiera puede decir que el comportamiento de una hormiga no es el mismo al de un humano y eso es obvio pero también es cierto que la hormiga busca la mejor manera de pasar sus genes y en eso no somos muy diferentes. Pero hay otro asunto. En 1964 el biólogo inglés W.D. Hamilton hizo un inmenso aporte a las ideas de Darwin. Darwin veía la evolución como una competición entre los individuos, pero Hamilton explicó por qué en las especies sociales en vez de competencia hay cooperación y por qué esa cooperación se da de acuerdo al grado de parentesco de los individuos. Resulta que si yo ayudo a un pariente a pasar mis genes no tengo por qué reproducirme. Un sobrino hereda indirectamente los genes de su tío. Ese descubrimiento abrió una gran puerta para entender los comportamientos de las especies que, como los humanos y las hormigas, viven en sociedad. En estos casos la selección ha podido grabar genéticamente comportamientos donde los individuos emparentados se ayudan entre sí para asegurar el paso de genes. Entonces, que la madre quiera mucho a sus hijos empieza a tener un trasfondo más biológico que cultural. En los años setenta surgió la sociobiología como un estudio de los comportamientos sociales vistos desde la biología y no desde las ciencias sociales como hasta entonces había ocurrido".
6. La clave está en las estrategias sexuales
“Desde los años ochenta este ha sido un tema fascinante para los biólogos evolutivos. Los hombres buscan que las mujeres tengan una cara aniñada, que sean jóvenes, con senos turgentes y una relación cintura-cadera de dos tercios. ¿Por qué se fijan en esto? Porque es una señal de que las mujeres tienen la mayor cantidad de años posibles de vida reproductiva fértil. Las mujeres llegan a la menopausia pero, en teoría, los hombres pueden pasar genes hasta el día de su muerte. Por otro lado, en distintas especies, la hembra busca de un macho dos cosas: buenos genes o buenos recursos. Hay especies en las que los machos son coloridos y vistosos y las hembras los escogen para asegurar que sus hijos tengan las mismas características. Hay especies en las que no es tan importante que el macho tenga buenos genes como que suministre buenos recursos. En la especie humana, contrario a muchas otras, el hombre y la mujer se seleccionan mutuamente porque los humanos estamos programados genéticamente para que el hombre ayude a cuidar a los hijos. Desde luego, aunque todos nacemos con una predisposición a pasar genes, hay factores culturales como estudiar, tener una carrera y ser exitoso que acaban siendo más fuertes que el instinto”.
7. Un homosexual nace
“Hay genes que codifican la homosexualidad masculina aunque no hay evidencias tan claras para la femenina. Se han encontrado genes en el cromosoma X que tienen una transmisión más materna que paterna, es decir, que cuando en una familia hay un homosexual es muy probable que alguno de los hermanos de la madre sea homosexual. Sin embargo, yo hablaría también de genes de promiscuidad. Lo que ocurre es que entre un macho y una hembra, es ella quien pierde si se enreda con un mal candidato. Si un macho promiscuo necesita copular seguramente será rechazado por muchas hembras, pero si tiene relaciones con alguien de su mismo sexo la carga de responsabilidad se pierde. Desde el punto de vista evolutivo, sin embargo, son más interesantes los bisexuales porque son ellos los que se aseguran de pasar sus genes a la siguiente generación”.
8. El amor se llama FEA
“El enamoramiento tiene que ver con una hormona cuya sigla es FEA. Es el neurotransmisor que se dispara cuando decimos que estamos enamorados, pero solo dura unos meses. Esto tiene un lado positivo porque vivir eternamente enamorados de alguien que no nos corresponde sería poco adaptativo. Cuando pasa el efecto de FEA entra en juego la oxitocina que es la hormona del apego. Originalmente, hay una descarga de oxitocina cuando la madre pare y cuando amamanta a su hijo y eso es lo que la hace tener un enorme apego hacia él. También hay una descarga de oxitocina cuando la mujer tiene un orgasmo y eso hace que sienta un fuerte apego hacia su pareja”.
9. La guerra también es biología
“Generalmente en las guerras se pelea por territorio o recursos naturales. Si un grupo humano necesita expandirse invadirá el territorio vecino. La guerra es un espacio propicio para que las personas que tengan desequilibrios mentales cometan actos crueles y muchos de esos actos tienen que ver con dejar una impronta en el grupo enemigo. Cuando un soldado viola a una mujer está intentado que sus genes se dispersen en el otro bando. En la guerra, el umbral de control social y los mecanismos de represión de los comportamientos caen. Cuando la moral desaparece y no hay ley ni castigo, los instintos biológicos aparecen y un hombre que en condiciones normales jamás violaría a una mujer lo hace”.
10. Somos egoístas
“La evolución no solo se ha dado por competencia sino también por cooperación, entonces esa visión despiadada de la evolución –muy en sintonía con el capitalismo económico– no es la más moderna. En todos los sistemas de animales que viven en sociedad la cooperación entre los individuos es más importante que la competencia. Lo que pasa es que esa cooperación también es egoísta porque si un individuo no coopera las cosas no funcionan. En mi opinión hay una mezcla entre competencia despiadada y cooperación bondadosa. Fijémonos en la relación entre ambos sexos. La mujer tiene unos intereses y el hombre otros, pero si cooperan y logran creer en el otro, podrán reproducirse y pasar sus genes a la siguiente generación

Bertolt Brecht: “luchar contra el fascismo es luchar contra el regimen de propiedad capitalista”

 
El fascismo no es, como tanto intentan hacernos creer, una explosión de salvajismo aleatorio, un grupo de hombres que se vuelven locos y deciden tomar el poder pisoteando a quien se ponga por delante. Eso, en todo caso, son sus consecuencias, no sus causas.
En 1935, como respuesta al auge del terror fascista en toda Europa, de su violencia metódica contra
los trabajadores, contra las otras razas, contra la cultura, los intelectuales, unidos en la Asociación de Escritores Revolucionarios, deciden hacer algo para enfrentarlo, celebrándose el 21 de junio de 1935 en la Sala de la Mutualité, en París, el Primer Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, inspirado en el Primer Congreso de Escritores Soviéticos que se había efectuado en ectúa en agosto y septiembre de 1934 en Moscú.
Al Congreso de París acudirían grandes figuras de la literatura como Romain Rolland, Breton, Eluard, Jean Giono, Ilia Ehrenburg, Alexei Tolstoi, Tristan Tzara, el español Álvarez del Vayo (que fue en sustitución de Valle-Inclán, enfermo) y otros.En el congreso se adoptaron algunas decisiones, como fue la obligación del escritor de comprometerse con la defensa de la democracia y la cultura, apoyar la formación de Frentes Populares, y formar una asociación que fuera la parte intelectual de esos Frentes Populares: la Alianza Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, que tendría delegaciones en cada país, y que en España daría lugar a la Asociación de Escritores Antifascistas (que sería la encargada de celebrar en Valencia el II Congreso, en 1937, ya en plena agresión fascista contra la República).
De todos los discursos pronunciados en la Mutualité destaca el del gran dramaturgo y poeta comunista alemán Bertolt Brecht, en el cual advertía de que si bien importante era defender la cultura, mucho más era la defensa del hombre, y que no basta con acusar al fascismo y a sus políticas salvajes, sino que hay que buscar su raiz, su causa, cual es la serpiente que puso tal huevo.
“Compadezcámonos de la cultura, ¡pero compadezcámonos primero de los hombres! La cultura estará salvada, si los hombres se salvan” No basta, para Brecht, con intentar salvar la cultura, pues lo que está el juego es la propia humanidad, “¡Camaradas, reflexionamos sobre las raíces del mal!“, exige.
Para Brecth esa raiz, la causa del salvajismo, de las brutalidades del fascismo, están más que claras: el fascismo no es más que una consecuencia del capitalismo, producto inevitable de sus relaciones de producción. Por ello, los intelectuales, como termina el intelectual aleman su discurso, no deben limitarse a hablar y defender la cultura, sino que, arenga, “!Camaradas, hablemos de las condiciones de propiedad!”
Reproduzco algunos del discurso de Bertolt Brecht tomados del libro de Manuel Aznar Soler, I Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura (París, 1935),pp. 217-221:
El escritor puede decir: Mi cometido es denunciar la injusticia, y puede dejar a cargo del lector el cuidado de acabar con ella. Pero luego el escritor hará una experiencia singular. Se dará cuenta de que la cólera, como la compasión, es algo masivo, algo que existe en cantidad y puede agotarse. Y lo peor del caso: se agota en la medida en que se hace más necesaria. Algunos camaradas me han dicho: cuando referimos por primera vez que nuestros amigos e
ran sacrificados, hubo un clamor de horror y se ofrecieron muchas ayudas. Entonces hubo cien muertos. Pero cuando fueron mil y la carnicería no tenía fin, cundió el silencio y cada vez hubo menos ayuda. Así son las cosas: Cuando los crímenes proliferan, se hacen invisibles. Cuando las penas se vuelven insoportables, ya no se oyen clamores. Un hombre es golpeado y el espectador de la escena se desmaya. Claro que es natural. Cuando llega el crimen, como la lluvia que cae, ya nadie grita entonces “alto”.
“El escritor puede decir: Mi cometido es denunciar la injusticia, y puede dejar a cargo del lector el cuidado de acabar con ella. Pero luego el escritor hará una experiencia singular. Se dará cuenta de que la cólera, como la compasión, es algo masivo, algo que existe en cantidad y puede agotarse. Y lo peor del caso: se agota en la medida en que se hace más necesaria. Algunos camaradas me han dicho: cuando referimos por primera vez que nuestros amigos eran sacrificados, hubo un clamor de horror y se ofrecieron muchas ayudas. Entonces hubo cien muertos. Pero cuando fueron mil y la carnicería no tenía fin, cundió el silencio y cada vez hubo menos ayuda. Así son las cosas: Cuando los crímenes proliferan, se hacen invisibles. Cuando las penas se vuelven insoportables, ya no se oyen clamores. Un hombre es golpeado y el espectador de la escena se desmaya. Claro que es natural. Cuando llega el crimen, como la lluvia que cae, ya nadie grita entonces “alto”.
… ¿Cómo remediarlo? ¿No existe el medio de impedir al hombre que vuelva la cara ante la abominación? ¿Por qué vuelve la cara? Vuelve la cara porque no ve ninguna posibilidad de intervenir. El hombre no se detiene en el dolor del otro si no puede ayudarle. Uno puede detener el golpe, si sabe cuándo cae y hacia dónde y por qué, y para qué cae. Y si uno puede detener el golpe, si existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de detenerlo, entonces puede sentir compasión de la víctima. De no ser así, también se puede sentir compasión, pero no por mucho tiempo, en todo caso no durante todo el tiempo que silben los golpes sobre la víctima. Por tanto: ¿Por qué cae el golpe? ¿Por qué se arroja la cultura por la borda como un lastre, aquellos restos de cultura que nos quedan? ¿Por qué la vida de millones de seres, de la mayoría de seres, está tan depauperada, despojada, semi o totalmente destruida?
 
Algunos de nosotros responden a esta pregunta diciendo: por salvajismo. Creen estar viviendo una terrible erupción en una gran parte de la humanidad, cada vez mayor, un fenómeno horripilante sin causas aparentes, que aparece de repente y tal vez, es de esperar, desaparezca también de repente, el desbordamiento impetuoso de una barbarie largo tiempo sofocada o adormecida, de naturaleza instintiva.
Los que responde así, se dan cuenta, naturalmente, ellos mismos, de que tal respuesta no alcanza lo suficiente. Y también se dan cuenta de que no se puede dar al salvajismo visos de fuerza natural, de potencia invencible de los infiernos.
Hablan también de negligencia en la educación del género humano. Algo se desatendió en este sentido o no puede hacerse con las prisas. Ahora hay que recuperar lo perdido. Contra el estado salvaje hay que implantar la bondad. Hay que evocar las grandes palabras, los conjuros que ya en una ocasión prestaron ayuda, los conceptos imperecederos: amor a la libertad, dignidad, justicia, cuya eficacia está históricamente garantizada. Y emplean los grandes conjuros. ¿Qué sucede? A la alusión de que el fascismo es salvaje responde éste con el elogio fanático del salvajismo. Acusado de fanático, responde con el elogio del fanatismo. A la imputación de que conculca la razón, condena alegremente la razón.
También el fascismo encuentra la educación descuidada. Espera mucho de una influencia sobre los cerebros y un fortalecimiento de los corazones. A las brutalidades de sus sótanos de tortura añade las de sus escuelas, periódicos, teatros. Educa a la nación entera, y lo hace durante todo el día. No dispone de demasiadas cosas que ofrecer a la gran mayoría, y eso significa tener que educar mucho. Como no proporciona comida, debe educar para la autodisciplina. Como es incapaz de poner orden en su producción y necesita guerras, debe educar para el valor físico. Necesita víctimas, y entonces tiene que inculcar a la gente el espíritu de sacrificio. También ideales, postulados formulados a los hombres, algunos son incluso grandes ideales, grandes postulados.
Bien, sabemos para qué sirven estos ideales, quién educa y a quién será útil esta educación –no a los educados-. ¿Qué ocurre con nuestros ideales? También aquellos de nosotros que ven el origen de todos los males en el salvajismo, la barbarie, sólo hablan, como hemos podido comprobar, de educación, de intervenir en los espíritus –de ningún otro tipo de intervención, sin embargo-. Hablan de educar a la gente para la bondad. Pero la bondad no saldrá a fuerza de exigir la bondad, exigirla bajo todas las condiciones, incluso las peores, así como la brutalidad no puede salir de la brutalidad
Yo, por mi parte, no creo en la brutalidad por amor a la brutalidad. Hay que defender a la humanidad contra la acusación de que sería también brutal, si esto no fuera tan buen negocio; es una tergiversación ingeniosa de mi amigo Feuchtwanger cuando dice: la villanía precede al egoísmo; pero no tiene razón. El salvajismo no viene del salvajismo, sino de los negocios, que sin él no podrían seguir haciéndose.
En el pequeño país del cual procedo, reinan condiciones menos alarmantes que en muchos otros países; pero cada semana son destruidas 5.000 reses de matanza. Es una cosa grave, pero no es una explosión repentina de sangre. Si lo fuera, la cosa sería menos grave. La destrucción de cabezas de ganado y la destrucción de la cultura no tienen sus causas en instintos bárbaros. En ambos casos se destruye una parte de bienes producidos no sin esfuerzo, porque se ha convertido en una carga. (…) En la mayoría de los países de la tierra tenemos hoy unas condiciones sociales en las que los crímenes de toda clase son altamente premiados y las virtudes cuestan mucho: “La buena persona está indefensa, y el indefenso es apaleado, pero con la brutalidad puede uno tenerlo todo. La villanía toma sus medidas para 10.000 años. La bondad, por el contrario, necesita una guardia de corps; pero no la encuentra”.
¡Guardémonos buenamente de pretenderla de los hombres! ¡Y ojalá no pretendiéramos nada imposible! ¡No nos expongamos al reproche de que también nosotros hacemos llamamientos a los hombres para cosas sobrehumanas, esto es que, a base de practicar virtudes sublimes, sobrelleven condiciones de vida horribles que, desde luego, es posible cambiar, pero que no van a cambiar! ¡No hablamos solamente en pro de la cultura!
Compadezcámonos de la cultura, ¡pero compadezcámonos primero de los hombres! La cultura estará salvada, si los hombres se salvan. No nos debemos arrastrar hasta el punto de afirmar que los hombres existen para la cultura y ¡no la cultura para los hombres! Haría pensar demasiado en la práctica de los grandes mercados, donde los hombres acuden para las reses, ¡no las reses para los hombres!
¡Camaradas, reflexionamos sobre las raíces del mal!
Muchos de nosotros, escritores, que viven el horror del fascismo y se horrorizan de él, no han comprendido todavía esta doctrina, no han descubierto aún las raíces del salvajismo que les aterra. Siempre existe en ellos el peligro de considerar las atrocidades del fascismo como atrocidades inútiles. Siguen aferrados a las condiciones de propiedad imperantes, porque creen que, para su defensa, no son necesarias las atrocidades del fascismo. Sin embargo, para el mantenimiento de esta situación son necesarias las atrocidades del fascismo. En esto no mienten los fascistas, dicen la verdad. Aquellos de nuestros enemigos que están tan horrorizados como nosotros de las atrocidades fascistas, pero quieren mantener las actuales condiciones de propiedad o se muestran indiferentes ante su mantenimiento, no pueden hacer una guerra lo bastante vigorosa y duradera contra la barbarie predominante, porque no son capaces de ayudar a sugerir y crear unas condiciones sociales en las cuales la barbarie sea superflua. Pero aquellos que, en la búsqueda de las raíces del mal, han dado con las condiciones de propiedad, han ido profundizando más y más, a través de un infierno de atrocidades cada vez más bajas, hasta llegar al lugar donde una pequeña parte de la humanidad ha anclado y establecido su dominio despiadado. Ha echado el ancla en aquella propiedad del individuo que sirve a la explotación del prójimo y es defendida a ultranza con uñas y dientes, abandonando una cultura que no se presta ya a defenderse o ya no es capaz de hacerlo, abandonando, en fin, todas las leyes de la convivencia humana, por las cuales la humanidad ha luchado desesperadamente tanto tiempo y con tanto denuedo.
¡Camaradas, hablemos de las condiciones de propiedad!
Bertolt Brecht, 23 de junio de 1935, París

miércoles, 11 de febrero de 2015

CONTRACULTURA Y UNDERGROUND


CONTRACULTURA  Y UNDERGROUND
 
 

Por: Víctor Peñuela  

Contracultura y underground son dos términos que no tienen un uso unívoco en quienes manejan esta clase de conceptos. Nosotros vamos a entender por contracultura, en particular, ese movimiento juvenil de los años sesenta, más conocido como el hippismo. Lo que vamos a proponer es que este movimiento no es algo aislado en el contexto de la historia y por eso planteamos la contracultura como un episodio histórico de una "constante cultural antiquísima” que proviene desde la misma sociedad chamánica y corre de forma "paralela y subterránea" (underground)[1] al eje histórico ortodoxo propio de las sociedades occidentales.  

1. LA CONTRACULTURA  

1,1 Las antiéticas  

Para ubicar el movimiento juvenil de los años sesenta, voy a valerme de un esquema, el esquema de lo que Victoria Camps llama las antiéticas.[2] Frente a la ética clásica, sobre todo frente a la moral kantiana, esto es, la moral del deber de la época moderna, surge una serie de pensadores que Victoria Camps coloca dentro de las anti-éticas. Las antiéticas serían filosofías muy seguras de sí mismas, que identifican un mal general en la sociedad o en la humanidad y se plantean como una solución que implica una transformación de esa sociedad, de esa humanidad y con miras al logro de una meta.

Dentro de las antiéticas, Victoria Camps coloca a Spinoza, Nietzsche y Marx, y me parece que de alguna manera uno puede ubicar allí al movimiento de los años 60, pero con unas variaciones fundamentales que al final nos van a obligar a decir que servían para ubicar, pero no para clasificar.

 

Estas antiéticas plantean que hay un mal general y que hoy que buscar la salvación por una determinada vía con el propósito de llegar a una meta. En el caso de Spinoza, el mal sería una desorientación o desubicación del hombre y la causa estaría en la ignorancia. Spinoza propone, por así decirlo en términos simplistas, una reforma del entendimiento para llegar a la meta de un hombre sabio.

 

De la misma manera, Nietzsche entendería que el problema es una humanidad enfermiza y débil. La causa sería un movimiento que ocurrió en algún tiempo y que Nietzsche caracterizó como la venganza de los esclavos, como el resentimiento; es decir, en un principio eran los fuertes; cuando los fuertes se enfrentaban, los perdedores empezaron a asociarse para reducir la fuerza de los fuertes, para separarlos de sus propias fuerzas y entonces se crearon lazos como la religión, las leyes, las tradiciones, para apresar a tos fuertes y reducirles sus fuerzas.

 

La vía de salvación estaría en una transformación de los valores; porque los valores superiores, los valores transcendentes son valores de los esclavos, de los siervos, valores que obedecen a una forma de vida que podríamos llamar vil y baja y la meta sería el superhombre. Del mismo modo, Marx encontraría que el problema está en la sociedad (es decir, el hombre en Spinoza, la humanidad en Nietzsche y la sociedad en Marx). Estamos ante una sociedad de ciases, o sea, una sociedad injusta, viciada y corrupta. La causa de ese mal sería la explotación económica, de acuerdo con la tesis de Marx de que es lo económico lo determinante en última instancia. Para acabar con ese mal y destruir dicha causa, la solución que propone el marxismo es una revolución de orden social y político. Y la meta, una sociedad sin clases, lo que se ha llamado el comunismo.

 

Vamos a presentar el movimiento de contracultura a la luz del marxismo siguiendo el mismo esquema. La revolución que pretende el marxismo es una revolución que se hace desde la carencia, desde la pobreza. Es una revolución que debe hacer la masa, el proletariado. En cambio, los jóvenes de los 60, desde lo social, se ubican en la clase media alta (por decirlo así). No son los jóvenes marginados los que relevarían al proletariado en el cargo de la revolución, pues éstos no están en la carencia, sino en la abundancia y en la que podríamos llamar la saturación por parte del sistema capitalista. Los jóvenes de los 60 se sienten por primera vez protagonistas históricamente, porque en esta década ocurren dos eventos fundamentales y solidarios: la aparición de la juventud y el nacimiento del rock.

 

1.2 LA JUVENTUD

 

Antes de los años 60 no existía la juventud, existían los jóvenes, pero estos jóvenes no lo eran en el sentido estricto de la palabra, según el análisis que hace José Luís Aranguren.[3] Antes de los años 60, sólo existían jóvenes preadultos o jóvenes adultos. Los jóvenes pre-adultos son aquellos que intentan copiar el modelo de los adultos. Se plantea una relación entre el joven y el adulto, igual o similar a la que se establecería entre el aprendiz y el maestro en un arte particular. En este caso, el aprendiz trata de seguirle el paso al maestro y tal vez con la esperanza de reemplazarlo algún día, pero ya su mentalidad está orientada por la imagen, pro el modelo del maestro.

 

Los jóvenes adultos aparecen, según José Luís Aranguren, en los años 50. La causa es la Segunda Guerra Mundial. En la Primera Guerra se nota un esfuerzo por parte de los adultos de canalizar los sentimientos y aspiraciones públicas de los jóvenes. Y entonces se conforman movimientos políticos para los jóvenes, movimientos programados por adultos para captar a los jóvenes. Con la Segunda

Guerra Mundial, los jóvenes comienzan a sospechar y a retirarse de los ideales políticos de los adultos. Entonces recurren a lo que Aranguren llamó "el retiro a la vida privada": los jóvenes se preocupan por realizarse profesionalmente y llevar una vida familiar más o menos satisfactoria. Pero, aunque se apartan de lo público, sin embargo exhiben un comportamiento más o menos adulto en el sentido en que transan o aceptan las normas o patrones de vida del sistema. Entonces eso es lo que justifica que los jóvenes de los 50 no sean llamados "jóvenes jóvenes". Llamamos juventud a aquel "pueblo", como lo llama Finkielkraut, que aparece a través de otro fenómeno y es el surgimiento del rock.

 

1.3 LA CULTURA DEL ROCK

 

El rock es un fenómeno de los 60, el cual inicialmente se llama pop porque llega a impactar en las listas. Uno podía seguir el movimiento del rock a través de pop ten. Los Beatles sustituían a Elvis Presley en las listas y la mayoría de los grupos británicos de los años 60 alcanza altas posiciones en las listas, pero para nosotros este pop es rock. El rock rompe con el rock and roll y con una serie de manifestaciones musicales que le preceden.

 

Si hacemos una breve historia del rock, podríamos decir que tiene un origen próximo y un origen remoto. El origen remoto es el grito de los negros cuando fueron secuestrados, sacados de su cultura, de su tierra y fueron trasladados a América como esclavos. Valgámonos de una analogía: si a un niño lo secuestran y se lo permiten, grita, pero no grita todo el tiempo; cuando ya esté en un sitio de reclusión, ese grito se transformará en un lamento, en un susurro, en un gesto silencioso, pero todo eso en el fondo será un grito de recluso, de protesta, un grito de tristeza. Lo mismo ocurrió con ese grito inicial de los negros desalojados de su cultura, de su tierra y traídos a América como esclavos. Ese grito se transformó después en canciones de trabajo, en espirituales, en gospels, es decir, en canciones religiosas y luego se transformó en una especie de música, que se llamó blues, obviamente en una música triste, nostálgica. Ese blues, que aparece en las plantaciones donde estaban los esclavos, tiene un cierto encanto, un aire seductor y por eso será llevado después a las ciudades con una mayor instrumentación. Ya ese blues llevado a la ciudad lo llaman rhytm 'n' blues, que es como un blues urbano.

 

Ese blues urbano habla de los problemas de los negros, habla de la sexualidad, del trabajo, es decir, de la situación misma del negro; ese blues comienza a ser distribuido a través de las "race records", música de negros. Pero la sociedad capitalista olfatea siempre donde hay un buen negocio y entonces las marcas nacionales comienzan a producir ese rhytm 'n' blues, pero ya cantado por blancos, y a esto se llama rock and roll. Aparecen Elvis Presley, Buddy Holly, Cari Perkins, en fin, una serie de cantantes blancos que tocan rock and roll.

 

Pero ese rock and roll es ya un blues degenerado, es tomado por la sociedad de consumo y !a industria del entretenimiento como música de baile. Más tarde aparece el twist, en 1958, y luego una serie de ritmos bailables, como el jerk, el surf, el Meshed potatoes, el popeye y luego viene el high-school, música de colegio: jóvenes con sonrisas amplias, con cuellos de tortuga y muy bien peinaditos. Este proceso de decadencia se suspendió porque los ingleses comienzan a hacer covers (versiones) de los blues de Chicago, aunque de una forma distinta. Uno no puede ignorar su tierra, uno está marcado por la tierra.

 

Desde Inglaterra se hace una versión del blues de Chicago y aparece ese fenómeno que es el rock. Entendemos por rock una manifestación cultural hecha por los jóvenes y para jóvenes. Con la cultura del rock, los jóvenes adquieren una identidad, un sentido de "pueblo", como dice Finkielkraut, y se sienten por primera vez protagonistas de la historia, intentando relevar en el cargo de "la revolución" a los marxistas.

 

Hasta ahora estábamos acostumbrados a creer que la filosofía fuera algo teórico y profundamente intelectual y racional. El proceso de descubrimiento, de divulgación y de aceptación de una filosofía ha sido el siguiente: un hombre, un pensador, elabora una concepción del mundo, o de la sociedad; si la teoría es bastante persuasiva, se convierte en un relato que gana una serie de adeptos y se forma entonces una escuela, un movimiento o un "ismo"; y entonces los filósofos se integran a esos movimientos, a esas escuelas y eso genera transformaciones. Pero los jóvenes de los 60 nos enseñan una nueva práctica de la filosofía: no son primero las teorías, las concepciones intelectuales del mundo, sino las experiencias; luego se puede hacer una reflexión sobre esas experiencias y esa reflexión podría llamarse filosofía. Ésta, antes de ser un discurso o una teoría, es una forma de vida, es una relación con la experiencia. Foucault es un ejemplo de esa clase de filosofía. En su última época, Foucault llega a tener conciencia de que la filosofía lo que tiene que hacer son problematizaciones; ya no analítica ni teoría, sino simplemente problematizaciones y éstas provienen de ciertas experiencias, como la sexualidad, el crimen, la cárcel. Esto explica que no haya un pensador de los 60 (en singular). Veníamos hablando de Nietzsche, Spinoza y Marx y de pronto le agregamos al esquema un plural: los jóvenes de los 60.

 

 

 

 

 

 

 

 

1.4 COMPRENSIÓN DE LA ACTITUD DE LOS JÓVENES DE LOS 60 A PARTIR DEL MARXISMO

 

1.4.1 El mal y sus causas

 

Los jóvenes de los 60 invierten la causalidad. Mientras que para Marx el mal es la sociedad y la causa la explotación económica, para los jóvenes de los 60 la causa es la sociedad y el mal la forma de vida de los adultos que se han integrado a una sociedad capitalista que de producción y consumo y, como tal, sólo hace dos

exigencias a los individuos: producir y consumir. Producir ordenada, disciplinadamente y consumir desmesuradamente. Si la producción genera frustración, el hombre debe buscar gratificación a través del consumo. La producción y el consumo son las mayores exigencias que la sociedad le hace a un hombre.

 

Entre la producción y el consumo, la vida de los adultos transcurre cómoda pero completamente alienada. Según los jóvenes de los 60, hay alienación en la producción, en el consumo e incluso en otras formas más sutiles. Marx ya había captado la alienación en la producción: el trabajador ya no obtiene una gratificación con su trabajo como antes un campesino con su tierra o al artesano con su obra. El artesano se ha convertido en operario; y a éste no se le exige ni creatividad ni originalidad, sólo eficacia y productividad en el menor tiempo. El operario no hace una obra completa; por ejemplo, si trabaja en una fábrica de zapatos, sólo corta, pega o diseña, pero no hace zapatos, sólo hace una partecita y lo hace de una manera rutinaria, mecanizada, no obtiene satisfacción en la producción. Los jóvenes también piensan que hay una alienación en el consumo, puesto que hay como una especie de trampa en el capitalismo. Se le plantea una especie de libertad al individuo a través del consumo, pero como no le queda otra posibilidad más que consumir, es una forma de libertad, pero al mismo tiempo una forma de sometimiento.

 

Pero el concepto de alienación en los jóvenes de los 60 va más allá de la producción y el consumo, pues tiene que ver con cualquier elemento que interfiere en lo humano. Como ejemplo tenemos la causa revolucionaria. Una conversación en los 60 transcurre más o menos así: alguien le dice a otro: "Hablemos de la revolución". "Magnífico, hablemos de tu revolución; pero antes te advierto una cosa: si tu revolución cuesta tan solo una vida humana, como te digo, una vida humana, no me interesa tu revolución".

 

Noten ustedes que la revolución es un concepto moderno; tiene que ver con lo grande; se aplica a una gran cantidad de hombres, una gran cantidad de recursos, un programa de orden universal. Es decir, tiene que ver con lo abstracto, mientras la vida humana es algo concreto. Toda revolución exige el sacrificio de todos los aspectos concretos del hombre, de la vida humana, por ideas abstractas, oscuras y a veces manipuladas y difíciles de controlar. Los jóvenes de los 60 ven en la revolución una forma de alienación; así también el trabajo, el estudio, la técnica, es decir, valores inclusive aceptados dentro de la sociedad nuestra, pueden llegar a ser forma de alienación.

 

Otra "causa del mal" son las instituciones modernas. Saben ustedes que uno siempre tiene que estar en una institución y que todas las instituciones tienen la misma estructura. Dice Deleuze: "Primero la familia, después la escuela ("ya no estás en tu casa"), después el cuartel ("ya no estás en la escuela"), a continuación la fábrica, cada cierto tiempo el hospital y a veces la cárcel, el centro de encierro por excelencia"[4]. A pesar de que siempre se establece un salto de una institución a otra, de alguna manera la institución anterior te prepara para la nueva, es decir, si uno ha pasado por la universidad, uno está preparado para ir a la cárcel, porque ambas son instituciones de encierro; hay un elemento común, un isomorfismo de estructuras entre la familia, la escuela, el colegio, la universidad, la empresa y la cárcel. La cárcel es una institución de encierro para "castigar", porque allí el poder se ejerce de la manera más directa y más cruel, mientras en las otras instituciones

se ejerce el poder de una manera más sutil, más simbólica.

 

Los jóvenes de los años 60 cuestionan directamente las instituciones. Por ejemplo, a la familia la llaman una fábrica de neurosis. De la universidad dicen que es cuestionable por dos aspectos aparentemente contradictorios: porque no tiene nada que ver con lo que está pasando y porque tiene demasiado que ver con lo que está pasando. En términos kantianos, esto es una antinomia. Las dos proposiciones son válidas aunque aparentemente contradictorias. ¿Por qué la universidad no tiene nada que ver con lo que está pasando? Por su excesivo academicismo: los discursos de los profesores, los discursos universitarios son "caspa" (en términos de los jóvenes de ahora"). Por eso no tiene que ver con lo

que está pasando; no afecta, no transforma, no mejora a nadie. Pero sí tiene que ver con lo que está pasando porque la universidad se ha convertido en algo como un tecnológico dedicado a producir la mano de obra cualificada necesaria para la supervivencia del sistema. En este sentido sí tiene mucho que ver con lo que está pasando.

 

También le hacen una crítica a instituciones como el ejército. Elvis Presiey perdió su prestigio entre los jóvenes cuando aceptó ir al ejército. Era un rebelde y se convierte en un ciudadano modelo en Norte América. Pasa a ser colocado al lado de los grandes como Sinatra o John Wayne. Él mismo termina de una manera muy triste: gordo y cantando en las Vegas para los ejecutivos, para los yupis. El ejército como institución comenzó en el Imperio Romano y fue la manera como los patricios romanos lograron someter a los inconformes plebeyos: mediante el juramento militar, esto prometían dar su vida por Roma. En general, el ejército significa la supeditación del individuo a los intereses más altos del Estado. Para los jóvenes de los 60, esta es una forma de imbecilidad.[5]

 

También se hace una crítica al trabajo. Noten ustedes que el trabajo nunca fue un valor para los jóvenes. El trabajo es una institución y ésta representa un valor propio de la sociedad capitalista y de los adultos. Antes, cuando yo empecé a trabajar, era suficiente conseguir un trabajo; ahora la gente tiene que tener dos, tres o cuatro trabajos. Un trabajo es una ocupación y al mismo tiempo genera una preocupación y por eso es que estamos en un mundo completamente estresado.

 

El estrés tiene que ver con la velocidad, que es usada como una forma de poder y de control. Paul Virilio dice que si el tiempo es oro, entonces la velocidad es poder. La gente de una manera ingenua trabaja y trabaja, estudia y estudia pero eso es una forma de control. Deleuze hace una diferencia: una cosa es estar cansado y otra estar agotado. Cuando uno está cansado, aún le queda fuerza para hacer algo; pero cuando está agotado, significa que ya no tiene tiempo ni espacio, ni fuerza para hacer algo más. Si alguien trabaja todo el tiempo, está completamente controlado. Insisto en que el trabajo es un valor de la sociedad capitalista, de una sociedad de producción y consumo. Para los jóvenes, en cambio, es el ocio lo que tiene valor. Tomemos dos canciones de épocas distintas. En los años 60, los Rolling Stones hacen una versión de una canción, un blues que se llama I just wanna make love to you (sólo quiero hacerte el amor). Dice: "Hoy no quiero trabajar, hoy no quiero ir a la mina, sólo quiero hacerte el amor". Hace poco, los

Auténticos Decadentes cantaron ésta: "Hoy no quiero trabajar, hoy no quiero ir a estudiar, no me quiero casar, sólo quiero tocar la guitarra todo el día". Eso quiere decir que los jóvenes piensan en hacer el amor o tocar la guitarra todo el día y esas son actividades ociosas o inútiles.

 

Tercera "causa del mal": la visión moderna, la visión científica del mundo. Podríamos decir que nuestra cultura está marcada con el signo de la ciencia y los jóvenes de los 60 ven en predominio de la visión científica del mundo la creación de un nuevo tipo de conciencia que es la "conciencia objetiva". Se trata de una conciencia de la distancia, de la neutralidad, de la objetividad, es decir, implica la concepción cartesiana del mundo. La res cogitans por acá y la res extensa por fuera.

 

En la imagen cartesiana del mundo, la relación que establecemos con el otro, la naturaleza o los hombres es una relación vertical. Una cosa es la explicación y otra el explicandum, que siempre está allá abajo convertido en objeto. Esto se traduce en un tipo de relaciones humanas frías, distantes y meramente corteses. La cortesía es una forma de reconocer al otro pero a distancia. Esta conciencia objetiva de la neutralidad, de la distancia, convertida en patrón de las relaciones humanas, se convierte en indiferencia y el precio que se paga es la incomunicación, la soledad.

 

1.4.2 Rebelión.

 

Hemos analizado el mal y sus causas. Pasemos ahora a la vía de la salvación, a la búsqueda de una salida. En el caso del marxismo, la salvación se busca por la vía de la revolución política y social; sólo ésta puede solucionar el problema de la división de la sociedad de clases. Los jóvenes de los 60 pretenden relevar en el cargo de la revolución al proletariado, pero cambiando la idea misma de revolución. Los que plantean más bien es una rebelión. Y aquí conviene hacer una distinción.

 

La revolución es una megamáquina, en términos de Mumford.[6] Una megamáquina es una gran organización que implica una gran cantidad de hombres, de recursos y un proyecto de gran alcance. Mumford dice que las pirámides de Egipto sólo pudieron ser construidas por una megamáquina -pero ésta exige el sacrificio de

los participantes-. Piensen en las pirámides de Egipto; piensen no sólo en la cantidad de hombres que murieron para ser construidas, sino, además, en los sacrificios vitales, amorosos, de proyectos y ambiciones perdidas; es decir, un hombre que participa en una megamáquina no tiene derecho a una vida privada, solamente es útil en cuanto partícipe de ella. La revolución entonces es una megamáquina y en cuanto tal implica el sacrificio de sus participantes; por eso Marx insiste en que los intereses deben ser intereses de clase y coincidir con una conciencia de clase. En ningún momento se habla de conciencia de individuo; no es la conciencia de sí lo que importa, lo que vale es lo abstracto.

 

La revuelta es lo que pasa, por ejemplo, en mayo del 68 en París; un conjunto de revueltas callejeras en el Barrio Latino, o lo que hacen los estudiantes de la U. de A. en los años 70, precisamente como un eco, como una resonancia de lo que había pasado en el 68 en París. La rebelión es una actitud, la actitud del rebelde, y es personal, individual y toma el entorno como objeto. Ese entorno lo llaman los jóvenes de los 60 el stablishment.

 

Esta rebelión se plantea no en términos políticos, sociales o económicos, sino en todos los términos. Se trata de una contestación; por eso no podríamos hablar de una rebelión contestataria, que de cierta manera es un pleonasmo. Jerry Rubin decía: "La revolución no es lo que creéis, la organización a la que pertenecéis o por la que votáis, es lo que hacéis durante todo el día, vuestro modo de vivir". La supuesta democracia nuestra pretende que somos políticos en el momento del voto y el resto de los cuatro años no hacemos política.

 

Según los jóvenes de los 60, todo acto es político y se da siempre en el instante, en el momento. The Doors decían: "Queremos la salvación pero la queremos ahora". El joven de los 60 no cree en promesas de reconciliación con el mundo, la naturaleza o la sociedad; la única promesa en la que se puede creer es aquella que tiene un cumplimiento inmediato. Uno no creería en una amante que le diga: "Te amaré mañana"; e! único amor que tiene sentido es el actual. Alguna vez le preguntaban a Joaquín Sabina por qué sus canciones tienen que ver con amores pasados. Y él hacía esta diferencia: "Uno le canta a los amores pasados porque con los amores presentes uno hace el amor": a los pasados no Íes puede hacer el amor, entonces se les canta. Lo que importa es el presente, el instante y éste se vive en una relación que se podría llamar de intensidad (hay que aprovechar el instante al máximo).

 

La vía de salvación no es a través de la política sino de la cultura; la contestación es de carácter cultural y se presenta como universal y profunda. Pese a su universalidad, la contestación no tiene el sentido de lo general, de lo abstracto, sino el sentido de lo concreto, de lo singular. La meta sería la contracultura.

 

1.5 LA CONTRACULTURA

 

La contracultura no es una meta al estilo de la sociedad sin clases (Marx) o el superhombre (Nietzsche). No es algo que se va a encontrar más allá en el tiempo, sino que está aquí y ahora. Podríamos utilizar para entenderla las dimensiones de lo vertical y lo horizontal.

 

 

1.5.1 Horizontalidad y valores

 

La cultura moderna se presenta en términos verticales. Tomemos algunos ejemplos: la salud, la educación, la comunicación, etc., que son prácticas sociales, espontáneas y cotidianas. Con el advenimiento de la modernidad se produce una separación entre la producción y el consumo.

 

La salud para los griegos, como dice Foucault, hacía parte de la dietética; era parte de la preocupación de cada sujeto por su cuidado, que implicaba además la economía y la erótica. Con la cultura moderna, la salud viene a ser algo producido por la institución sanitaria, por el hospital, a través del médico y consumida por el paciente.

 

Lo mismo pasa con la comunicación que se produce entre los hombres, a través de la amistad, del afecto, de la interlocución. En la academia y en todas partes hay esa comunicación. Pero la modernidad hace que la comunicación la produzcan los medios a través de los periodistas y deba ser consumida por el público. La función de los medios es formar, manipular (dirían los jóvenes de los 60) la opinión pública.

 

Con la educación pasa lo mismo. Hay un dicho que dice: "uno aprende todos los días". Pero en la modernidad uno debe aprender en la escuela. La educación, que se convierte en enseñanza, es producida por la institución escolar a través de los maestros y consumida por los estudiantes. En la modernidad, como vemos en

estos casos, aparece como decisiva la diferencia entre productores y consumidores, dirigentes y dirigidos, en fin, entre quienes ejercen un poder y quienes se someten a él.

 

Imaginen la contracultura a través de una línea horizontal; en este sentido, la contracultura significa la producción de nuevos valores de corte horizontal. Para entender esto partamos de un ejemplo: los griegos hablan de valores horizontales, como son la amistad y el amor. Estos son sólo posibles entre iguales. Cuando un amigo explota a otro o lo utiliza, lo que Aristóteles llama "amistades por interés o por el placer", esto ya no es una verdadera o auténtica amistad. Para Aristóteles, la amistad debe ser una virtud y, como yo la interpreto, debe consisten en la horizontalidad. La amistad y mismo el amor sólo valen la pena cuando se plantean en términos horizontales. Lawrence Durrell se pregunta que por qué tiene que ser que mientras uno de los amantes crece, el otro se debilita, se empequeñece cada vez más. Por eso tendríamos que tomar el amor como un juego. Uno siempre debe estar ganando en ese juego y el juego amoroso debe estar diseñado para que los dos ganen; pero si uno empieza a notar que uno está perdiendo, de alguna manera debe llegar a un momento en que uno le diga a su amor: "Amor, ha

sido tu última jugada". Pero nosotros a veces no sabemos suspender el juego y seguimos jugando indefinidamente a pesar de que estamos perdiendo cada vez más. El amor deber ser una "pasión alegre" (Spinoza), pero a veces nos conformamos y hasta nos complacemos con un amor convertido en una pasión triste.

 

Entonces el amor debe ser horizontal y las reglas para el uno deben ser reglas para el otro. Los medievales introducen valores verticales que implican un superior y un inferior; por ejemplo, de abajo hacia arriba: la sumisión, la humildad, la obediencia, la mansedumbre. De arriba hacia abajo: la caridad, la piedad, la misericordia, la compasión. Son valores que encubren y reproducen relaciones de poder. La contracultura está más cerca de los griegos que de esta figura medieval. Sus valores son horizontales y en contraste con la mentalidad tecno-científica.

 

Habíamos dicho que la neutralidad, objetividad y distancia que caracteriza a la conciencia objetiva produce un enfriamiento de las relaciones humanas que llamamos elegantemente "cortesía". Muchos matrimonios se acaban por exceso de cortesía: lo que debería ser amor y pasión se transforma en mera cortesía. Frente a esto los jóvenes de los 60 proponen valores de contacto, de comunicación, de afecto, de espontaneidad y de simplicidad. Por eso adquieren mayor importancia el contacto físico, los gestos, los comportamientos y el lenguaje verbal que implica un soporte racional. La comunicación no pasa siempre por lo verbal y lo racional. Para entender esto partamos de la distinción que hacen los hermenéuticos. En la conversación entre amigos se supone que hay perfecta compresión: lo que uno comprende no necesita interpretarlo. ¿Cuándo aparece la necesidad del proceso hermenéutico? Cuando el texto tiene una cierta opacidad.

 

Ejemplo: dos amigos están escuchando música y entonces uno le dice al otro: "¿No te parece que esa música es muy tenaz?". El otro responde: "Sí, hermano, tenacísima". Es un ejemplo de comprensión y de comunicación, de sincronización afectiva y corporal. Pero supongamos que el otro le dice: "Oíste, ¿y vos que entendés por tenaz?". Entonces en ese momento se rompe la comunicación; habría que entrar en un ejercicio hermenéutico. El primero dice: "Hombre, yo pensaba en el ritmo, en la armonía o en el punteo deí guitarrista... yo no sé". Aparece una explicación fría y la comunicación se vuelve ambigua y pobre...

 

Importa más lo que los jóvenes de los 60 llamaban "feeling" (sentimiento) que las palabras. Acudamos a Luís Carlos Restrepo para ejemplificar mejor. Él utiliza la mano como figura y dice que con ella se pueden hacer dos cosas: acariciar o agarrar. La caricia remite a la ternura y el agarre remite a la violencia. Luís Carlos Restrepo establece que el contacto con la mano es inequívoco: si a uno lo tocan, sabe inmediatamente para qué lo están tocando. En cambio, con las palabras uno no sabe su le están diciendo la verdad o si lo están engañando, si lo están manipulando, si lo están embaucando; es decir, las palabras son sospechosas, son cuestionables, mientras que el contacto físico no. Por eso los valores de la contracultura son de contacto y ese contacto es el modelo de la comunicación.

 

1.5.2 Saber y conocimiento

 

El segundo aspecto de la contracultura es la idea de saber que se enfrenta a la de conocimiento, tal como lo entendemos desde la ciencia. El conocimiento implica una relación con los objetos en que se pretende una aprehensión de tales objetos en términos de verdad. Es decir, el conocimiento tiene un referente, de ahí lo que Habermas llama "una actitud objetivante u objetivadora"; lo que el sujeto dice del objeto tiene una pretensión de validez que se llama verdad.

 

Por su parte, la ciencia es el subconjunto de los conocimientos que llamamos verdaderos. Wittgenstein dice: el conjunto de las proposiciones verdaderas es al mismo tiempo el conjunto de la ciencia natural total, es decir, la ciencia natural es la propietaria de la verdad total. Entonces la verdad pertenece al campo del conocimiento científico y a esa actitud la llamamos objetivadora.

 

Ahora bien, esta idea es completamente falsa. Desde una epistemología incipiente, se podría enunciar como ilusoria. Granger dice: el dominio de la ciencia no es el dominio de la verdad sino el dominio del error, porque sólo la ciencia puede detectar el error, localizarlo y eso le permite "avanzar". Morin decía que la física cambia más que la teología y si cambia es porque su dominio es el error, no la verdad.

 

Culturalmente aceptamos que la ciencia es verdadera aunque corresponda a una idea falsa. Los jóvenes de los 60, puesto que cuestionan la visión científica del mundo, también van más allá del conocimiento. Y más allá del conocimiento y de la ciencia está el saber. Lyotard define el saber como una cierta competencia práctica con algo. Por eso, quien sabe no necesariamente debe estar en capacidad de articular ese saber en un discurso racional teórico.

Por ejemplo, hay quienes saben ver cine, escuchar música; hay quienes saben amar, quienes saben vivir, pues no basta vivir para saber vivir; no basta estar en una práctica cualquiera para ser un sabio de dicha práctica. Los jóvenes de los 60 buscan el saber, y no el conocimiento ni la ciencia, y para eso miran a Oriente, buscando un tipo de saber sapiencial, y también investigan o experimentan con ciertas prácticas, como lo que se llamó la sicodelia, a través de

la cual se pretende una ampliación de la conciencia y la sensibilidad.

 

Ahora bien, hay varios medios para tal ampliación y sensibilidad: medios naturales y medios artificiales. Medios naturales como la meditación y medios artificiales como las drogas, aunque es preciso aclarar que en la sicodelia la droga era un medio, no un fin en sí mismo. A través de estos medios naturales o artificiales se buscaba como una fusión del concepto mental con el estado físico del cuerpo. Es decir, se buscaba una transformación con miras a la consecución de un estado que podríamos llamar la energía, la vitalidad, la alegría, la felicidad, etc. En términos de Foucault, podríamos decir que los jóvenes de los 60, como los antiguos, también proponían "prácticas de sí" como algo fundamental en la vida.[7]

 

1.5.3 Un nuevo estilo de vida

 

El tercer aspecto de la contracultura es la confrontación con las formas de vida. Los jóvenes de los 60 combaten una forma de vida: la forma americana de vida (the american way off life). Según ellos, lo que caracteriza esta forma de vida es lo que se podría llamar "lo organizacional". Para vivir dentro del sistema, uno tiene que contar con todo el mundo: un día nuestro es imposible sin una cantidad de hombres con los que nos relacionamos y de los cuales dependemos siempre de una u otra manera. Esa es la vida organizacional y en ella somos parte de una

máquina como una pieza o un engranaje.

 

A esta forma de vida se le opone, en cambio, la forma de vida "autárquica" y para comprender en qué consiste habría que acudir a los cínicos. Los cínicos pretenden que el bien radica en vivir conforme a la naturaleza, reduciendo al máximo las necesidades de corte "político", es decir, proveniente de la polis, de la convención.

Tomemos el caso de Diógenes de Sínope: él solamente andaba vestido con un tonel e iba con él a todas partes y, entre los pocos bienes que poseía, tenía una escudilla (cuchara para tomar agua de las fuentes). Pero un día vio un niño tomando agua en sus propias manos, entonces botó la escudilla. Es decir, estaba utilizando un instrumento completamente innecesario y de lo que se trataba era de reducir las necesidades al mínimo. De ahí la imagen que nos formamos de Diógenes, como un hombre que viste muy pobremente, muy austeramente, estrafalariamente; es por esto que decíamos que el vestido significa y la forma de vestir puede tener un efecto político. El no estar a la moda es estar al margen de las necesidades creadas por la industria, la publicidad y el consumo. El ignorar estas necesidades los cínicos lo llamaron desfachatez. Se necesita ser tremendamente desfachatado para ignorar las convenciones sociales, las presiones del medio sobre cada uno de los individuos. Ahora, cuando uno tiene el valor de hacer el desprecio de estas convenciones puede llegar a ser medianamente libre o, como se decía en los 60, "auténtico".

 

 

 

1.5,4 Neo-primitivismo

 

Por último, en la contracultura, y básicamente en el hippismo, se da una recuperación de las culturas primitivas más próximas a los orígenes, es decir, si se trata de una reacción contra la modernidad, hay que mirar a la premodernidad. Entonces viene el llamado mito de la wilderness (de la vida salvaje, de la vida primitiva), y aparecen unos componentes arcaicos en la contracultura, como lo siguientes:

 

Un retorno a la naturaleza: para los modernos, la naturaleza es sólo un almacén de recursos que están al servicio del hombre y que él utiliza para su bienestar, para su confort. No es que el hombre moderno desprecie la naturaleza ni piense que sea mala; la considera buena para la realización de sus propios fines, pero en este sentido asume una mentalidad conquistadora, transformadora, avasalladora y destructiva de la naturaleza. Esa mentalidad proviene desde Bacon y Descartes. Un historiador decía que cuando uno lee textos posteriores a Bacon y Descartes encuentra continuamente metáforas que "apestan" a violencia y penetración. Esto equivale a una metáfora erótica, ya que la ciencia es algo masculino y la naturaleza algo femenino. Las ecofeministas han captado muy bien esta relación al plantear que es la misma actitud (masculina) la que ha saqueado y explotado la naturaleza y excluido y confinado a la mujer.

 

Boulding plantea la teoría de la Space Ship Earth (la nave espacial tierra). La tierra es algo así como una nave espacial, al fin y al cabo tiene su trayectoria en el espacio. Los humanos sólo contamos con los recursos que hay en esa nave y sin embargo dilapidamos, derrochamos esos recursos como si fuesen inagotables. Los hombres seríamos los pasajeros de esa Space Ship Earth y la conciencia de esto debería generar una nueva actitud, un aire de simpatía con la naturaleza (lo mismo que en el chamán).

 

El retorno a la naturaleza presenta otra cara: una actitud de rechazo frente a la ciencia y la tecnología. Los jóvenes de los 60 proponen una crítica a la ciencia completamente novedosa. Históricamente se integra al proceso que Jean Ladriére denominó "el replanteamiento del proyecto histórico de la ciencia".[8] La primera fase de este replanteamiento se inició después de la Segunda Guerra Mundial y consiste en un cuestionamiento ético dirigido al científico: el científico es responsable de lo que hace, de los proyectos que diseña y que ejecuta. Los funestos sucesos de la Segunda Guerra Mundial revelaron a la humanidad entera que algo tenía que ver allí la ciencia, es decir, sin el descubrimiento de la fisión nuclear del átomo, sin la invención de la bomba atómica, no hubieron ocurrido fenómenos como Hiroshima y Nagasaki.

 

Entonces, la ciencia comenzó a ser cuestionada desde el punto de vista de su responsabilidad ética. Hans Joñas dice que tenemos que mirar todo, en particular la ciencia, en términos no de "una profecía de la gloria", que es la idea moderna del progreso hacia lo mejor, sino en términos de la "profecía del desastre". Es mejor esperar lo peor, que confiar en lo mejor. Esta profecía del desastre se integra con una actitud pesimista que ya proponían los jóvenes punks de los años 70. La ideología del progreso dice: "The best is yet to come", es decir, "lo mejor está por venir". Pero los punks afirman: "The worst is yet to come" (lo peor está por venir) no hemos visto nada todavía.

 

La segunda fase consiste en un cuestionamiento al discurso científico por sus conexiones con la política (mérito del marxismo): las investigaciones no son puras. ¿Qué tipos de investigaciones realizamos más frecuentemente? Dice Ladriére: investigaciones para poner a disposición de la economía nuevos medios, investigaciones para crear nuevos procesos industriales; investigaciones para crear nuevos ingenios militares y también, en último término, investigaciones para contribuir al desarrollo de cierta región o de cierto país. Díganme, ustedes, si las tres primeras líneas de investigación pueden ser consideradas puras o neutrales.

 

La ciencia ha dejado de ser una forma de pensamiento y se ha convertido en una técnica al servicio de la industria y una de las industrias más desarrolladas y de las que jalona el crecimiento experimental de la investigación científica es la industria militar. Entonces hay una conexión entre la ciencia -investigación científica- y el poder. La ciencia es un factor de poder económico, político y social.

 

En la tercera fase ya no solamente se cuestiona la responsabilidad ética del científico, la presencia del poder en la investigación científica, sino que se hace un cuestionamiento de la ciencia misma. Efectivamente, los jóvenes de los 60 proponen un "juicio a la ciencia". Dicen que la ciencia es cuestionable aunque haya producido bienes, servicios y mucho confort, pero es mucho mayor la cantidad de males que ha traído consigo. En consecuencia, con esto proponen lo que ellos llaman una "moratoria" de la ciencia, es decir, que las investigaciones científicas que se han venido realizando sean suspendidas inmediatamente a causa de los peligros potenciales. Entonces la ciencia no es algo que brinda seguridad y confianza, sino algo que inspira temor y se convierte en una amenaza para la humanidad. A propósito de la tecnología, ellos proponen una "abstinencia tecnológica", que tiene que ver con lo que llamábamos antes la reducción de las necesidades al mínimo. No se trata de renunciar a los beneficios de la técnica o tecnología, sino hacer un uso de estos medios en la menor medida posible.

 

Volvamos a lo positivo. Así como hay un retorno a la naturaleza, también se produce un retorno al cuerpo, es decir, el retorno general a la naturaleza implica un retorno particular, singular al cuerpo, al desarrollo máximo de su potencia. El cuerpo debe ser liberado, entonces aparecen como los conceptos de sensación, de goce, de instinto, de pasión. Todos estos conceptos deben ser potenciados para buscar cierta transformación de! hombre, para buscar estados como la felicidad. De aquí se sigue lo que Lipovetsky llama una nueva generación o cultura hedonista y narcisista.[9] De una cultura que enfatizaba la disciplina, las normas y hacía del cuerpo algo "útil y dócil" (Foucault), pasamos al placer como criterio.

 

Epicuro decía que "si una actividad no está acompañada de placer, mándala a paseo" y Aristóteles decía que hay una gran diferencia entre una actividad que está acompañada por placer y otra que no: la acompañada por placer es mucho más perfecta. Piensen en Beethoven: ¿él componía sus sinfonías por deber, por sujeción a las normas o por placer? Yo recuerdo una conferencia de Miguel Ángel Cornejo en la que decía: uno no se imaginaría a Beethoven diciendo: "Hombre, y yo que la próxima semana tengo que componer la novena sinfonía, ¡qué pereza!". No. Uno se imagina a Beethoven penetrado por la pasión. Y cuando uno está penetrado por la pasión lo que hace es un producto perfecto, excelente. Entonces la excelencia se puede buscar a través de la competitividad, que es lo que propone el capitalismo, o se puede buscar a través de la pasión y el placer y a través de la realización de los deseos.

 

Al lado de un neohedonismo y un neonarcisimo aparece un neoascetismo. Ya habíamos dicho cómo se viste el hippie: austeramente, tanto en la ropa como en los adornos. Noten ustedes: si uno se adorna con oro o plata, lo que vale es el oro y la plata (valor comercial); en cambio, si uno se adorna con tela y cuero, que no tiene ningún valor, miren entonces como la tela y el cuero son apenas señuelos que remiten al cuerpo mismo como valor. Luego, si uno se viste lujosamente, lo que valen son los lujos; y si uno se viste austeramente, lo que vale es el cuerpo.

 

La contracultura comporta también una nueva visión de lo que debe ser la participación en la producción y en el consumo. El trabajo, por ejemplo, es un valor. No es el supremo valor, no es un valor superior, sino un valor relativo. Si uno no trabaja, entonces inmediatamente queda excluido, marginado de la sociedad. Hay que conseguir, pues, algún trabajo, un puesto de trabajo. Lo ideal sería que este trabajo nos diera placer, pero si no es placentero, entonces uno puede aceptar ese puesto de trabajo pero para trabajar lo menos posible. Noten ustedes, ¿qué estamos haciendo ahora gracias al computador? Gracias al computador, uno lleva trabajo a la casa, cuando debería ser lo contrario: traer ocio para el trabajo.

 

Entonces el valor es el ocio; inclusive para los antiguos, el ocio es lo bueno. Y el negocio es lo malo, porque el negocio es la negación del ocio. Así pues, se introduce el ocio como valor: Beatniks, hippies y punks son jóvenes ociosos. Pero así como tenemos que trabajar, también tenemos que consumir. Sin embargo, lo que debemos consumir depende de cada quien, es una decisión personal. Los hippies proponen que consumamos aire puro y agua fresca. Uno podría ir a cine, pero también podría ir a un bosque, y el bosque es gratuito. Mientras el cine cuesta, tiene precio, el bosque no lo tiene, y además está uno en un medio natural. Ahora, ciertamente hay que comprar cosas, hay que ir al almacén de vez en cuando, pero entonces uno puede elegir dónde y cuándo comprar. En las promociones, por ejemplo, se compra lo mismo pero más barato.

 

También se pueden comprar ciertas cosas y no otras; por ejemplo, los jóvenes consumían música; una actitud del joven es coleccionar música, pero entonces no colecciona otras cosas, es decir, si hay que consumir, que sea algo que cause placer, satisfacción, no todo lo que se vende. Ya sabemos que la publicidad produce necesidades. Entonces se trata de no hacer caso de esas imposiciones de los medios publicitarios, sino atender a nuestros sentidos, a nuestra intuición, a nuestro instinto en último término, porque el cuerpo siempre tiene la razón. Esto es lo que plantean los estoicos: el cuerpo tiene una especie de conciencia de sí mismo; hay un pensamiento inconsciente del cuerpo, pero es el medio social el que desnaturaliza ese conocimiento de sí mismo y uno termina por no saber lo que quiere realmente.

 

En cuanto al consumo, lo más importante sin embargo es el valor que se concede a lo gratuito. Lo gratuito (free) no es solamente lo que no cuesta nada, sino aquello que nos hace libres, que nos da la libertad (freedom). En la sociedad de consumo, lo valioso coincide con lo que tiene un precio muy alto. Los jóvenes de los 60 proponen como valor lo gratuito. Pero, ¿qué cosas son gratuitas? La vida, la naturaleza, el amor, la amistad son gratuitos. La vida es gratuita, porque la vida es un milagro, es un don. Alguien decía que la vida es un don de los dioses; la vida buena, en cambio, es una creación o una invención nuestra. Es decir, a nosotros nos regalan la vida, pero no nos regalan la vida buena, feliz; ésta tiene que ser una producción de los hombres.

 

La naturaleza también es algo gratuito. El amor se ofrece gratuitamente. Uno debe amar sin esperar a ser amado (a ser correspondido); si uno ama apara que lo amen, está planteando el amor como un negocio. Uno debe amar abiertamente, infinitamente, sin esperar recompensa. La amistad también es algo gratuito. Tendríamos que pensar en lo que dice Aristóteles: la amistad es una virtud, es decir, uno ofrece la amistad gratuitamente, no por utilidad ni por placer.

 

En síntesis, la contracultura juvenil de los años 60 constituye toda una pragmática ética que se enfrenta a la cultura moderna y pretende socavar sus bases. Muchos entre nosotros pueden no estar de acuerdo con la guerra, el racismo, la desigualdad entre los hombres, las diferentes formas de autoritarismo y el ejercicio sádico de poder. Pueden incluso sospechar del carácter masculino de la cultura oficial, de la sociedad del dinero y de inútil la búsqueda del poder. Pero nunca antes, no de una manera tan decidida, se había combatido todas estas ideas y se había logrado un entusiasmo como el que se dio en la llamada "década dorada" de los años sesenta.

 

Para muchos todo esto fue flor de un día. El hippismo murió y el rock tomó otras direcciones menos contestatarias; pero lo que se desconoce es que este movimiento contracultural no era del todo nuevo no claudicó definitivamente. Muchos asumen que la llamada "Nueva Era" (New Age) no es otra cosa que el Ave Fénix que se levanta de las cenizas de la contracultura. Desde esta interpretación, la contracultura no murió, sino que dio lugar a un fenómeno más amplio, más universal. No vamos a discutir aquí este punto. Lo que sí vamos a mostrar es que en vez de ser un fenómeno (históricamente) aislado, la contracultura es parte de un proceso muy antiguo que proviene de la misma sociedad chamánica y transcurre paralelo a la cultura dominante que llamamos occidental. Por tratarse de un proceso marginal se le ha llamado "underground".

 

2, UNDERGROUND

 

Underground y contracultura son términos que tienden a confundirse. En realidad, el término underground es más amplio que el de contracultura. Según Luís Racionero, el underground "es la tradición del pensamiento heterodoxo que corre paralela y subterránea a lo largo de la historia de Occidente, desde la aparición de los chamanes prehistóricos [...] hasta nuestro días".[10]

 

La contracultura significa un momento de entusiasmo underground; la concepción o cristalización cultural de una actitud que recorre los tiempos y traspasa las fronteras, desconfiando siempre de la razón y los poderes públicos, de su capacidad para resolver los problemas sociales más apremiantes y, al mismo tiempo, enfatizando la importancia de lo más privado (el cuerpo, la vida) y lo más público (la naturaleza).

 

El underground tiene poetas como Walt Whitman y filósofos como Thoreau, Lao Tse o Spinoza. Es un pensamiento sin sujeto que circula por todas las épocas y países y se reconoce quizá por un espíritu muy cercano a la tierra, a la vida y a Dios. De una manera muy breve, vamos a caracterizar el pensamiento underground a través de tres aspectos: la idea de una solidaridad mundial, la resistencia a sistemas de poder y a todo tipo de organizaciones autoritarias y la importancia que se le concede a la vida sobre el pensamiento.

 

 

2.1 LA BÚSQUEDA DE UNA SOLIDARIDAD MUNDIAL COMO PRODUCTO DE UNA MENTALIDAD PLANETARIA.[11]

 

El pensamiento underground parte de la convicción de que existe una profunda unidad en la naturaleza. Todo el universo forma parte de un continuo en perpetua transformación. El hombre hace parte de esa corriente, pero para asumir esta situación de pertenencia se requiere de algo así como una supraconciencia, que nos sitúe más allá de lo bueno y lo malo y nos permita comprender, ya que comprender significa saber a dónde pertenecemos, con qué o a quién estamos integrados. El hombre occidental se siente incómodo y trata de detener este flujo mediante conceptos y elevando al rango de valores superiores a aquellos que permiten la composición de un ego: el poder, el dinero, el éxito, la propiedad, el trabajo, las diferentes formas de discriminación y segregación (racismo, sexismo, especieísmo, etc.), la competencia, la guerra.

 

Milán Kundera afirma que existen métodos para encontrar la unicidad del yo: por suma y por resta.[12] El método de la suma consiste en ir agregando a nuestro yo todas las propiedades que vamos adquiriendo durante nuestra vida (cargos, profesión, identificación con un partido, posiciones, estado civil, etc.). El método de la resta consiste, por el contrario, en ir quitando (por externas, superficiales, accesorias), una por una, todas aquellas características que nos definen socialmente, en la búsqueda de un yo no social, convencional o histórico. Estos dos métodos diferencian a Occidente de Oriente (o del underground), tal y como lo expresa un personaje de la película "Siete Años en el Tíbet": "En Occidente un hombre es reconocido por su éxito, mientras que en Oriente un hombre vale cuando logra olvidarse de su ego".

 

Para Oriente, y el pensamiento underground en general, cuenta más el método de la resta. Si le quitamos a nuestro yo todo aquello que consideramos "externo o prestado", lo único que queda es "una noche" (Bataille) o "una nada" (Borges) o un vacío (Bhagwan). Y este sentimiento de ser una noche o una nada o un vacío hace que nos identifiquemos con todas las cosas y con todos los hombres. Un hombre que se olvida de su ego no se siente inferior ni superior a nadie. De aquí nace una profunda simpatía por lo existente o, según otros, una profunda compasión. Albert Schweitzer decía: "Yo no sé si los animales piensan o no, pero si sé que sufren y por eso los considero mis semejantes".

 

Existe, pues, en el pensamiento underground, una convicción de la unidad e igualdad de todos los seres en la naturaleza. De allí se sigue la idea de la solidaridad como respuesta natural a la premisa de la horizontalidad de las relaciones entre hombres y cosas y hombres y hombres. El amor es un sentimiento privado: no podemos amar sino a los más próximos. La solidaridad no es otra cosa que la capacidad de amar a los extraños, a los lejanos tal y como si fueran cercanos. La naturaleza es una, mientras los hombres se mantienen separados; y no sólo eso, sino en relaciones de conflicto, de choque, de guerra. El hombre logró dividir lo indivisible (el átomo), pero no ha logrado la unión de los hombres.

 

Ahora bien, se comprende mal la idea de la búsqueda de la solidaridad mundial si se entiende como un proyecto público, social. No. La solidaridad es algo que se puede aplicar o realizar a través de los más próximos y poco a poco se puede lograr irradiar hasta los más lejanos, así como los círculos que se producen en un estanque de agua cuando cae una piedra. La solidaridad es el sustituto adecuado de la idea de justicia. Ésta requiere de leyes, de un aparato administrativo, de funcionarios. La solidaridad, en cambio, está en nuestras manos.

 

2.2. LA RESISTENCIA A SISTEMAS DE PODER Y A ORGANIZACIONES AUTORITARIAS

 

La rebelión juvenil de los años sesenta no estaba orientada, como en el marxismo, contra la propiedad privada del capital o sistema social, sino contra la organización completa de vida, todos aquellos valores que en la sociedad moderna se sugieren, construyen, o imponen con el fin de desarticular el deseo. Lyotard hace un excelente diagnóstico de la actitud de los jóvenes en este sentido: "Para millones de jóvenes en el mundo el deseo no se carga en el dispositivo capitalista, sino que no se reconocen y no se conducen como fuerza de trabajo a valorar en función del cambio, es decir, del consumo. Aborrecen lo que el capital insiste en llamar trabajo, vida moderna, consumo; todos los "valores" de la nación, familia, Estado, propiedad, profesión, educación. "Valores" que se perciben como otras tantas parodias del único valor, el valor del cambio...".[13]

 

En esta misma dirección, Phil Siater caracteriza al underground por oposición al sistema autoritario, ortodoxo: "El sistema ortodoxo, cuando tiene que elegir, tiende a dar preferencia a los derechos de propiedad sobre los derechos personales; a las necesidades tecnológicas sobre las humanas, a la competencia sobre la cooperación, a la violencia sobre la sexualidad, a la concentración sobre la descentralización, al productor sobre el consumidor [...] a las formas sociales sobre la expresión corporal, al esfuerzo sobre el goce".[14]

 

Para el underground, la sociedad siempre será algo sospechoso por más que abunden las "buenas intenciones" para mejorarla. La sociedad siempre se basará en la disciplina y la autoridad y jamás renunciará a ejercer un control sobre sus miembros. A nombre del "correcto funcionamiento social", la vitalidad, el placer, la consideración afectiva hacia hombres y cosas siempre serán aplastadas.

 

Pero no es sólo el sistema social lo que resulta sospechoso. También lo son los deseos y los ímpetus revolucionarios. El terrorismo revolucionario resulta tan condenable como la represión oficial. A nombre de la defensa o de la reforma de la sociedad y de la patria se desencadenan espantosas carnicerías. Participar, comprometerse políticamente, significa cohonestar con el mal. Por esta razón en el underground se opta por el retiro a la vida privada, lo cual implica una actitud marcadamente individualista. Con la valorización que se le concede a la vida privada vienen la afirmación del individuo en su singularidad y la intensidad de las relaciones de cada uno consigo mismo. Miradas así las cosas, la sociedad y sus problemas de violencia, de lucha por el poder, se convierten en una abstracción. Esto no quiere decir que haya una renuncia política. Sólo que la relación con la autoridad y el poder no se plantea en términos de confrontación sino en términos de resistencia. Resistencia, por ejemplo, al trabajo desde el ocio, al poder desde el erotismo; al lenguaje y a las palabras desde el silencio.

 

2.2 LA IMPORTANCIA DE LA VIDA FRENTE AL PENSAMIENTO

 

Occidente ha sido una cultura cimentada en la verdad de su saber. El problema de la verdad es que es excluyente: cualquier otra verdad posible es reducida a la charlatanería, el mito, la falsedad o la mentira. Pero de hecho, la verdad no es más que un error que el paso del tiempo ha convertido en inalterable. El error no es lo contradictoria de la verdad sino sólo su opuesto. El underground abandona olímpicamente la búsqueda de la verdad. La verdad no es sólo una ilusión, sino que además es peligrosa: ¿cuántas muertes no han ocurrido a nombre de la verdad (la verdad de la teoría de una raza pura, la verdad de una interpretación de un texto sagrado, etc.)? Fuera de esto, hay algo en la voluntad de verdad que se muestra en contra de la felicidad de los hombres, pues la verdad se encuentra a través del pensamiento y la vida es otra cosa. El pensamiento correcto, según Eric Fromm, "llevó no sólo al dogma, sino también a la ciencia. En la ciencia el pensamiento correcto es todo lo que cuenta".[15]

 

El underground opta por la acción, por la vida. Lo que cuenta, lo realmente importante, no es el pensamiento correcto sino la vida, la forma correcta de vida. Nos dice Eric Fromm que "tanto en el brahmanismo como en el budismo y el taoísmo, la finalidad fundamental de la religión no es la creencia correcta sino la acción correcta [...] La religión judía asignaba especial importancia a la forma correcta de vivir, el Halacha".[16]

 

La importancia de la acción sobre el pensamiento trae consigo dos consecuencia de gran importancia. La primera es la tolerancia en el pensamiento. Ya que el pensamiento no es lo más importante, ¿qué sentido tendrían las persecuciones, las guerras, todo tipo de acciones violentas que se emprendan a nombre de una idea, de una verdad? La segunda es la tención que se le conceda al individuo y su cuerpo, su vida, su placer, su felicidad.

 

En el underground no se tata de hilar unos argumentos a partir de otros ni tampoco de refutar argumentos con base en otros argumentos, son miras a establecer discusiones racionales y críticas. No. Es preciso mirar los argumentos desde los intereses, las fuerzas, las motivaciones que están en juego y estos intereses, fuerzas y motivaciones no nos conducen a alturas especulativas sino a cuestiones completamente terrenas: deseos, pasiones, caracteres. Es precisamente en este ámbito donde encuentra el underground lo importante y es allí donde se encuentra todo un trabajo por hacer, el de la transformación del hombre. Antes que intentar transformar la sociedad, lo prioritario es la transformación de nosotros mismos y este afán lo encontramos tanto en Oriente como en la cultura helenística y romana. La cultura moderna, una cultura de la primacía de lo público sobre lo privado, opacó en gran medida y le restó importancia a todo ese conjunto de prácticas que Foucault denominó "prácticas de sí mismo".

 

Estos tres rasgos del underground: mentalidad planetaria, libertaria e individualista, son apenas el resultado de la mirada que, desde la contracultura, permite iluminar un movimiento histórico, difícilmente reconocible y asimilable en términos académicos. Sólo resta por decir que la contracultura, más que un mero episodio histórico de entusiasmo juvenil, envuelve toda una visión del mundo que siempre estará presente para todos aquellos que tengamos los ojos abiertos y oídos atentos.

 



[1] RACIONERO, Luis. Filosofía del underground. 5a. Ed, Barcelona: Anagrama, 1987. p. 10
[2] CAMPS, Victoria. Más allá del bien y del mal. En: La imaginación ética. Barcelona: Sebe Barral, 1983.
 
[3] ARANGUREN, José Luís. Bajo e! signo de la juventud. Barcelona: Salvat, 1985
[4] DELEUZE, Gilíes. Conversaciones. Valencia: Pretextos, 1995. p. 277
[5] Cfr. HEGEL, George Wilhelm F. Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Barcelona:
Alíaza, 1994. Tomo II. P. 509
 
[6] MUMFORD, Lewis. El mito de la máquina. Buenos Aires: Emecé, 1969. p. 294
 
 
[7] 9 FOUCAULT, Michel. Tecnologías del yo. Barcelona: Raidos, 1990. p. 48
 
[8] 10 LADRÍÉRE, Jean. El reto de la racionalidad. Salamanca: Siguiente, 1977. p. 169
 
[9] 11 LIPOVETSKY, Gilíes. "Narciso o la estrategia del vacío". En: La era del vacío. 2a. Ed. Barcelona:
Anagrama, 1987.
 
[10] RACIONERO, L, Op. Cit, p. 10
 
[11] lbíd. p. 11
 
[12] KUNDERA, Milán. La inmortalidad. Barcelona: RBA Editores, p. 120
 
[13] LYOTARD, Jean Francois. ¿Porqué filosofar? Barcelona: Altaza, 1994. p. 32
 
[14] Citado por U. Racionero. Op. Cit., p. 11
[15] FROMM, Eric. Ei arte de amar. Buenos Aires: Raidos, 1996. p. 81
 
[16] lbíd, p. 80