CONTRACULTURA
Y UNDERGROUND
Por: Víctor Peñuela
Contracultura y underground son dos términos que no
tienen un uso unívoco en quienes manejan esta clase de conceptos. Nosotros
vamos a entender por contracultura, en particular, ese movimiento juvenil de
los años sesenta, más conocido como el hippismo. Lo que vamos a proponer es que
este movimiento no es algo aislado en el contexto de la historia y por eso
planteamos la contracultura como un episodio histórico de una "constante
cultural antiquísima” que proviene desde la misma sociedad chamánica y corre de
forma "paralela y subterránea" (underground) al
eje histórico ortodoxo propio de las sociedades occidentales.
1. LA CONTRACULTURA
1,1 Las antiéticas
Para ubicar el movimiento juvenil de los años
sesenta, voy a valerme de un esquema, el esquema de lo que Victoria Camps llama
las antiéticas.
Frente a la ética clásica, sobre todo frente a la moral kantiana, esto es, la
moral del deber de la época moderna, surge una serie de pensadores que Victoria
Camps coloca dentro de las anti-éticas. Las antiéticas serían filosofías muy seguras
de sí mismas, que identifican un mal general en la sociedad o en la humanidad y
se plantean como una solución que implica una transformación de esa sociedad,
de esa humanidad y con miras al logro de una meta.
Dentro de las antiéticas, Victoria Camps coloca a
Spinoza, Nietzsche y Marx, y me parece que de alguna manera uno puede ubicar
allí al movimiento de los años 60, pero con unas variaciones fundamentales que
al final nos van a obligar a decir que servían para ubicar, pero no para
clasificar.
Estas antiéticas plantean que hay un mal general y
que hoy que buscar la salvación por una determinada vía con el propósito de
llegar a una meta. En el caso de Spinoza, el mal sería una desorientación o
desubicación del hombre y la causa estaría en la ignorancia. Spinoza propone,
por así decirlo en términos simplistas, una reforma del entendimiento para
llegar a la meta de un hombre sabio.
De la misma manera, Nietzsche entendería que el
problema es una humanidad enfermiza y débil. La causa sería un movimiento que
ocurrió en algún tiempo y que Nietzsche caracterizó como la venganza de los
esclavos, como el resentimiento; es decir, en un principio eran los fuertes;
cuando los fuertes se enfrentaban, los perdedores empezaron a asociarse para
reducir la fuerza de los fuertes, para separarlos de sus propias fuerzas y
entonces se crearon lazos como la religión, las leyes, las tradiciones, para apresar
a tos fuertes y reducirles sus fuerzas.
La vía de salvación estaría en una transformación de
los valores; porque los valores superiores, los valores transcendentes son
valores de los esclavos, de los siervos, valores que obedecen a una forma de
vida que podríamos llamar vil y baja y la meta sería el superhombre. Del mismo
modo, Marx encontraría que el problema está en la sociedad (es decir, el hombre
en Spinoza, la humanidad en Nietzsche y la sociedad en Marx). Estamos ante una
sociedad de ciases, o sea, una sociedad injusta, viciada y corrupta. La causa
de ese mal sería la explotación económica, de acuerdo con la tesis de Marx de
que es lo económico lo determinante en última instancia. Para acabar con ese
mal y destruir dicha causa, la solución que propone el marxismo es una
revolución de orden social y político. Y la meta, una sociedad sin clases, lo
que se ha llamado el comunismo.
Vamos a presentar el movimiento de contracultura a
la luz del marxismo siguiendo el mismo esquema. La revolución que pretende el
marxismo es una revolución que se hace desde la carencia, desde la pobreza. Es
una revolución que debe hacer la masa, el proletariado. En cambio, los jóvenes
de los 60, desde lo social, se ubican en la clase media alta (por decirlo así).
No son los jóvenes marginados los que relevarían al proletariado en el cargo de
la revolución, pues éstos no están en la carencia, sino en la abundancia y en
la que podríamos llamar la saturación por parte del sistema capitalista. Los
jóvenes de los 60 se sienten por primera vez protagonistas históricamente,
porque en esta década ocurren dos eventos fundamentales y solidarios: la
aparición de la juventud y el nacimiento del rock.
1.2 LA JUVENTUD
Antes de los años 60 no existía la juventud,
existían los jóvenes, pero estos jóvenes no lo eran en el sentido estricto de
la palabra, según el análisis que hace José Luís Aranguren.
Antes de los años 60, sólo existían jóvenes preadultos o jóvenes adultos. Los
jóvenes pre-adultos son aquellos que intentan copiar el modelo de los adultos.
Se plantea una relación entre el joven y el adulto, igual o similar a la que se
establecería entre el aprendiz y el maestro en un arte particular. En este
caso, el aprendiz trata de seguirle el paso al maestro y tal vez con la
esperanza de reemplazarlo algún día, pero ya su mentalidad está orientada por
la imagen, pro el modelo del maestro.
Los jóvenes adultos aparecen, según José Luís
Aranguren, en los años 50. La causa es la Segunda Guerra Mundial. En la Primera
Guerra se nota un esfuerzo por parte de los adultos de canalizar los
sentimientos y aspiraciones públicas de los jóvenes. Y entonces se conforman
movimientos políticos para los jóvenes, movimientos programados por adultos
para captar a los jóvenes. Con la Segunda
Guerra Mundial, los jóvenes comienzan a sospechar y
a retirarse de los ideales políticos de los adultos. Entonces recurren a lo que
Aranguren llamó "el retiro a la vida privada": los jóvenes se preocupan
por realizarse profesionalmente y llevar una vida familiar más o menos
satisfactoria. Pero, aunque se apartan de lo público, sin embargo exhiben un
comportamiento más o menos adulto en el sentido en que transan o aceptan las
normas o patrones de vida del sistema. Entonces eso es lo que justifica que los
jóvenes de los 50 no sean llamados "jóvenes jóvenes". Llamamos juventud
a aquel "pueblo", como lo llama Finkielkraut, que aparece a través de
otro fenómeno y es el surgimiento del rock.
1.3 LA CULTURA DEL ROCK
El rock es un fenómeno de los 60, el cual
inicialmente se llama pop porque llega a impactar en las listas. Uno podía
seguir el movimiento del rock a través de pop ten. Los Beatles sustituían a
Elvis Presley en las listas y la mayoría de los grupos británicos de los años
60 alcanza altas posiciones en las listas, pero para nosotros este pop es rock.
El rock rompe con el rock and roll y con una serie de manifestaciones musicales
que le preceden.
Si hacemos una breve historia del rock, podríamos
decir que tiene un origen próximo y un origen remoto. El origen remoto es el
grito de los negros cuando fueron secuestrados, sacados de su cultura, de su
tierra y fueron trasladados a América como esclavos. Valgámonos de una
analogía: si a un niño lo secuestran y se lo permiten, grita, pero no grita
todo el tiempo; cuando ya esté en un sitio de reclusión, ese grito se
transformará en un lamento, en un susurro, en un gesto silencioso, pero todo
eso en el fondo será un grito de recluso, de protesta, un grito de tristeza. Lo
mismo ocurrió con ese grito inicial de los negros desalojados de su cultura, de
su tierra y traídos a América como esclavos. Ese grito se transformó después en
canciones de trabajo, en espirituales, en gospels,
es decir, en canciones religiosas y luego se transformó en una especie de
música, que se llamó blues, obviamente en una música triste, nostálgica. Ese
blues, que aparece en las plantaciones donde estaban los esclavos, tiene un
cierto encanto, un aire seductor y por eso será llevado después a las ciudades
con una mayor instrumentación. Ya ese blues llevado a la ciudad lo llaman rhytm 'n' blues, que es como un blues
urbano.
Ese blues urbano habla de los problemas de los
negros, habla de la sexualidad, del trabajo, es decir, de la situación misma
del negro; ese blues comienza a ser distribuido a través de las "race
records", música de negros. Pero la sociedad capitalista olfatea siempre
donde hay un buen negocio y entonces las marcas nacionales comienzan a producir
ese rhytm 'n' blues, pero ya cantado
por blancos, y a esto se llama rock and roll. Aparecen Elvis Presley, Buddy
Holly, Cari Perkins, en fin, una serie de cantantes blancos que tocan rock and
roll.
Pero ese rock and roll es ya un blues degenerado, es
tomado por la sociedad de consumo y !a industria del entretenimiento como
música de baile. Más tarde aparece el twist, en 1958, y luego una serie de
ritmos bailables, como el jerk, el surf, el Meshed potatoes, el popeye y luego
viene el high-school, música de colegio: jóvenes con sonrisas amplias, con
cuellos de tortuga y muy bien peinaditos. Este proceso de decadencia se
suspendió porque los ingleses comienzan a hacer covers (versiones) de los blues
de Chicago, aunque de una forma distinta. Uno no puede ignorar su tierra, uno está
marcado por la tierra.
Desde Inglaterra se hace una versión del blues de
Chicago y aparece ese fenómeno que es el rock. Entendemos por rock una
manifestación cultural hecha por los jóvenes y para jóvenes. Con la cultura del
rock, los jóvenes adquieren una identidad, un sentido de "pueblo",
como dice Finkielkraut, y se sienten por primera vez protagonistas de la
historia, intentando relevar en el cargo de "la revolución" a los
marxistas.
Hasta ahora estábamos acostumbrados a creer que la
filosofía fuera algo teórico y profundamente intelectual y racional. El proceso
de descubrimiento, de divulgación y de aceptación de una filosofía ha sido el
siguiente: un hombre, un pensador, elabora una concepción del mundo, o de la
sociedad; si la teoría es bastante persuasiva, se convierte en un relato que
gana una serie de adeptos y se forma entonces una escuela, un movimiento o un
"ismo"; y entonces los filósofos se integran a esos movimientos, a
esas escuelas y eso genera transformaciones. Pero los jóvenes de los 60 nos
enseñan una nueva práctica de la filosofía: no son primero las teorías, las
concepciones intelectuales del mundo, sino las experiencias; luego se puede
hacer una reflexión sobre esas experiencias y esa reflexión podría llamarse
filosofía. Ésta, antes de ser un discurso o una teoría, es una forma de vida,
es una relación con la experiencia. Foucault es un ejemplo de esa clase de
filosofía. En su última época, Foucault llega a tener conciencia de que la
filosofía lo que tiene que hacer son problematizaciones; ya no analítica ni
teoría, sino simplemente problematizaciones y éstas provienen de ciertas
experiencias, como la sexualidad, el crimen, la cárcel. Esto explica que no
haya un pensador de los 60 (en singular). Veníamos hablando de Nietzsche,
Spinoza y Marx y de pronto le agregamos al esquema un plural: los jóvenes de
los 60.
1.4 COMPRENSIÓN DE LA ACTITUD DE LOS JÓVENES DE LOS
60 A PARTIR DEL MARXISMO
1.4.1 El mal y sus causas
Los jóvenes de los 60 invierten la causalidad. Mientras
que para Marx el mal es la sociedad y la causa la explotación económica, para
los jóvenes de los 60 la causa es la sociedad y el mal la forma de vida de los
adultos que se han integrado a una sociedad capitalista que de producción y
consumo y, como tal, sólo hace dos
exigencias a los individuos: producir y consumir.
Producir ordenada, disciplinadamente y consumir desmesuradamente. Si la
producción genera frustración, el hombre debe buscar gratificación a través del
consumo. La producción y el consumo son las mayores exigencias que la sociedad
le hace a un hombre.
Entre la producción y el consumo, la vida de los
adultos transcurre cómoda pero completamente alienada. Según los jóvenes de los
60, hay alienación en la producción, en el consumo e incluso en otras formas
más sutiles. Marx ya había captado la alienación en la producción: el
trabajador ya no obtiene una gratificación con su trabajo como antes un
campesino con su tierra o al artesano con su obra. El artesano se ha convertido
en operario; y a éste no se le exige ni creatividad ni originalidad, sólo
eficacia y productividad en el menor tiempo. El operario no hace una obra
completa; por ejemplo, si trabaja en una fábrica de zapatos, sólo corta, pega o
diseña, pero no hace zapatos, sólo hace una partecita y lo hace de una manera
rutinaria, mecanizada, no obtiene satisfacción en la producción. Los jóvenes
también piensan que hay una alienación en el consumo, puesto que hay como una
especie de trampa en el capitalismo. Se le plantea una especie de libertad al
individuo a través del consumo, pero como no le queda otra posibilidad más que
consumir, es una forma de libertad, pero al mismo tiempo una forma de
sometimiento.
Pero el concepto de alienación en los jóvenes de los
60 va más allá de la producción y el consumo, pues tiene que ver con cualquier
elemento que interfiere en lo humano. Como ejemplo tenemos la causa
revolucionaria. Una conversación en los 60 transcurre más o menos así: alguien
le dice a otro: "Hablemos de la revolución". "Magnífico,
hablemos de tu revolución; pero antes te advierto una cosa: si tu revolución
cuesta tan solo una vida humana, como te digo, una vida humana, no me interesa
tu revolución".
Noten ustedes que la revolución es un concepto
moderno; tiene que ver con lo grande; se aplica a una gran cantidad de hombres,
una gran cantidad de recursos, un programa de orden universal. Es decir, tiene
que ver con lo abstracto, mientras la vida humana es algo concreto. Toda
revolución exige el sacrificio de todos los aspectos concretos del hombre, de
la vida humana, por ideas abstractas, oscuras y a veces manipuladas y difíciles
de controlar. Los jóvenes de los 60 ven en la revolución una forma de
alienación; así también el trabajo, el estudio, la técnica, es decir, valores
inclusive aceptados dentro de la sociedad nuestra, pueden llegar a ser forma de
alienación.
Otra "causa del mal" son las instituciones
modernas. Saben ustedes que uno siempre tiene que estar en una institución y
que todas las instituciones tienen la misma estructura. Dice Deleuze:
"Primero la familia, después la escuela ("ya no estás en tu
casa"), después el cuartel ("ya no estás en la escuela"), a
continuación la fábrica, cada cierto tiempo el hospital y a veces la cárcel, el
centro de encierro por excelencia". A
pesar de que siempre se establece un salto de una institución a otra, de alguna
manera la institución anterior te prepara para la nueva, es decir, si uno ha
pasado por la universidad, uno está preparado para ir a la cárcel, porque ambas
son instituciones de encierro; hay un elemento común, un isomorfismo de
estructuras entre la familia, la escuela, el colegio, la universidad, la
empresa y la cárcel. La cárcel es una institución de encierro para
"castigar", porque allí el poder se ejerce de la manera más directa y
más cruel, mientras en las otras instituciones
se ejerce el poder de una manera más sutil, más
simbólica.
Los jóvenes de los años 60 cuestionan directamente
las instituciones. Por ejemplo, a la familia la llaman una fábrica de neurosis.
De la universidad dicen que es cuestionable por dos aspectos aparentemente
contradictorios: porque no tiene nada que ver con lo que está pasando y porque
tiene demasiado que ver con lo que está pasando. En términos kantianos, esto es
una antinomia. Las dos proposiciones son válidas aunque aparentemente
contradictorias. ¿Por qué la universidad no tiene nada que ver con lo que está
pasando? Por su excesivo academicismo: los discursos de los profesores, los
discursos universitarios son "caspa" (en términos de los jóvenes de
ahora"). Por eso no tiene que ver con lo
que está pasando; no afecta, no transforma, no
mejora a nadie. Pero sí tiene que ver con lo que está pasando porque la
universidad se ha convertido en algo como un tecnológico dedicado a producir la
mano de obra cualificada necesaria para la supervivencia del sistema. En este
sentido sí tiene mucho que ver con lo que está pasando.
También le hacen una crítica a instituciones como el
ejército. Elvis Presiey perdió su prestigio entre los jóvenes cuando aceptó ir
al ejército. Era un rebelde y se convierte en un ciudadano modelo en Norte
América. Pasa a ser colocado al lado de los grandes como Sinatra o John Wayne.
Él mismo termina de una manera muy triste: gordo y cantando en las Vegas para
los ejecutivos, para los yupis. El ejército como institución comenzó en el
Imperio Romano y fue la manera como los patricios romanos lograron someter a
los inconformes plebeyos: mediante el juramento militar, esto prometían dar su
vida por Roma. En general, el ejército significa la supeditación del individuo
a los intereses más altos del Estado. Para los jóvenes de los 60, esta es una
forma de imbecilidad.
También se hace una crítica al trabajo. Noten
ustedes que el trabajo nunca fue un valor para los jóvenes. El trabajo es una
institución y ésta representa un valor propio de la sociedad capitalista y de
los adultos. Antes, cuando yo empecé a trabajar, era suficiente conseguir un
trabajo; ahora la gente tiene que tener dos, tres o cuatro trabajos. Un trabajo
es una ocupación y al mismo tiempo genera una preocupación y por eso es que
estamos en un mundo completamente estresado.
El estrés tiene que ver con la velocidad, que es
usada como una forma de poder y de control. Paul Virilio dice que si el tiempo
es oro, entonces la velocidad es poder. La gente de una manera ingenua trabaja
y trabaja, estudia y estudia pero eso es una forma de control. Deleuze hace una
diferencia: una cosa es estar cansado y otra estar agotado. Cuando uno está
cansado, aún le queda fuerza para hacer algo; pero cuando está agotado,
significa que ya no tiene tiempo ni espacio, ni fuerza para hacer algo más. Si
alguien trabaja todo el tiempo, está completamente controlado. Insisto en que
el trabajo es un valor de la sociedad capitalista, de una sociedad de
producción y consumo. Para los jóvenes, en cambio, es el ocio lo que tiene
valor. Tomemos dos canciones de épocas distintas. En los años 60, los Rolling
Stones hacen una versión de una canción, un blues que se llama I just wanna
make love to you (sólo quiero hacerte el amor). Dice: "Hoy no quiero
trabajar, hoy no quiero ir a la mina, sólo quiero hacerte el amor". Hace
poco, los
Auténticos Decadentes cantaron ésta: "Hoy no
quiero trabajar, hoy no quiero ir a estudiar, no me quiero casar, sólo quiero
tocar la guitarra todo el día". Eso quiere decir que los jóvenes piensan
en hacer el amor o tocar la guitarra todo el día y esas son actividades ociosas
o inútiles.
Tercera "causa del mal": la visión
moderna, la visión científica del mundo. Podríamos decir que nuestra cultura
está marcada con el signo de la ciencia y los jóvenes de los 60 ven en
predominio de la visión científica del mundo la creación de un nuevo tipo de
conciencia que es la "conciencia objetiva". Se trata de una
conciencia de la distancia, de la neutralidad, de la objetividad, es decir,
implica la concepción cartesiana del mundo. La res cogitans por acá y la res extensa por fuera.
En la imagen cartesiana del mundo, la relación que
establecemos con el otro, la naturaleza o los hombres es una relación vertical.
Una cosa es la explicación y otra el explicandum,
que siempre está allá abajo convertido en objeto. Esto se traduce en un tipo de
relaciones humanas frías, distantes y meramente corteses. La cortesía es una
forma de reconocer al otro pero a distancia. Esta conciencia objetiva de la
neutralidad, de la distancia, convertida en patrón de las relaciones humanas,
se convierte en indiferencia y el precio que se paga es la incomunicación, la
soledad.
1.4.2 Rebelión.
Hemos analizado el mal y sus causas. Pasemos ahora a
la vía de la salvación, a la búsqueda de una salida. En el caso del marxismo,
la salvación se busca por la vía de la revolución política y social; sólo ésta
puede solucionar el problema de la división de la sociedad de clases. Los
jóvenes de los 60 pretenden relevar en el cargo de la revolución al
proletariado, pero cambiando la idea misma de revolución. Los que plantean más
bien es una rebelión. Y aquí conviene hacer una distinción.
La revolución es una megamáquina, en términos de
Mumford.
Una megamáquina es una gran organización que implica una gran cantidad de
hombres, de recursos y un proyecto de gran alcance. Mumford dice que las
pirámides de Egipto sólo pudieron ser construidas por una megamáquina -pero
ésta exige el sacrificio de
los participantes-. Piensen en las pirámides de
Egipto; piensen no sólo en la cantidad de hombres que murieron para ser
construidas, sino, además, en los sacrificios vitales, amorosos, de proyectos y
ambiciones perdidas; es decir, un hombre que participa en una megamáquina no
tiene derecho a una vida privada, solamente es útil en cuanto partícipe de
ella. La revolución entonces es una megamáquina y en cuanto tal implica el
sacrificio de sus participantes; por eso Marx insiste en que los intereses
deben ser intereses de clase y coincidir con una conciencia de clase. En ningún
momento se habla de conciencia de individuo; no es la conciencia de sí lo que
importa, lo que vale es lo abstracto.
La revuelta es lo que pasa, por ejemplo, en mayo del
68 en París; un conjunto de revueltas callejeras en el Barrio Latino, o lo que
hacen los estudiantes de la U. de A. en los años 70, precisamente como un eco,
como una resonancia de lo que había pasado en el 68 en París. La rebelión es
una actitud, la actitud del rebelde, y es personal, individual y toma el
entorno como objeto. Ese entorno lo llaman los jóvenes de los 60 el stablishment.
Esta rebelión se plantea no en términos políticos,
sociales o económicos, sino en todos los términos. Se trata de una
contestación; por eso no podríamos hablar de una rebelión contestataria, que de
cierta manera es un pleonasmo. Jerry Rubin decía: "La revolución no es lo
que creéis, la organización a la que pertenecéis o por la que votáis, es lo que
hacéis durante todo el día, vuestro modo de vivir". La supuesta democracia
nuestra pretende que somos políticos en el momento del voto y el resto de los
cuatro años no hacemos política.
Según los jóvenes de los 60, todo acto es político y
se da siempre en el instante, en el momento. The Doors decían: "Queremos la salvación pero la queremos
ahora". El joven de los 60 no cree en promesas de reconciliación con el mundo,
la naturaleza o la sociedad; la única promesa en la que se puede creer es
aquella que tiene un cumplimiento inmediato. Uno no creería en una amante que
le diga: "Te amaré mañana"; e! único amor que tiene sentido es el
actual. Alguna vez le preguntaban a Joaquín Sabina por qué sus canciones tienen
que ver con amores pasados. Y él hacía esta diferencia: "Uno le canta a los
amores pasados porque con los amores presentes uno hace el amor": a los
pasados no Íes puede hacer el amor, entonces se les canta. Lo que importa es el
presente, el instante y éste se vive en una relación que se podría llamar de
intensidad (hay que aprovechar el instante al máximo).
La vía de salvación no es a través de la política
sino de la cultura; la contestación es de carácter cultural y se presenta como
universal y profunda. Pese a su universalidad, la contestación no tiene el
sentido de lo general, de lo abstracto, sino el sentido de lo concreto, de lo
singular. La meta sería la contracultura.
1.5 LA CONTRACULTURA
La contracultura no es una meta al estilo de la
sociedad sin clases (Marx) o el superhombre (Nietzsche). No es algo que se va a
encontrar más allá en el tiempo, sino que está aquí y ahora. Podríamos utilizar
para entenderla las dimensiones de lo vertical y lo horizontal.
1.5.1 Horizontalidad y valores
La cultura moderna se presenta en términos
verticales. Tomemos algunos ejemplos: la salud, la educación, la comunicación,
etc., que son prácticas sociales, espontáneas y cotidianas. Con el advenimiento
de la modernidad se produce una separación entre la producción y el consumo.
La salud para los griegos, como dice Foucault, hacía
parte de la dietética; era parte de la preocupación de cada sujeto por su
cuidado, que implicaba además la economía y la erótica. Con la cultura moderna,
la salud viene a ser algo producido por la institución sanitaria, por el
hospital, a través del médico y consumida por el paciente.
Lo mismo pasa con la comunicación que se produce
entre los hombres, a través de la amistad, del afecto, de la interlocución. En
la academia y en todas partes hay esa comunicación. Pero la modernidad hace que
la comunicación la produzcan los medios a través de los periodistas y deba ser
consumida por el público. La función de los medios es formar, manipular (dirían
los jóvenes de los 60) la opinión pública.
Con la educación pasa lo mismo. Hay un dicho que
dice: "uno aprende todos los días". Pero en la modernidad uno debe
aprender en la escuela. La educación, que se convierte en enseñanza, es producida
por la institución escolar a través de los maestros y consumida por los
estudiantes. En la modernidad, como vemos en
estos casos, aparece como decisiva la diferencia
entre productores y consumidores, dirigentes y dirigidos, en fin, entre quienes
ejercen un poder y quienes se someten a él.
Imaginen la contracultura a través de una línea
horizontal; en este sentido, la contracultura significa la producción de nuevos
valores de corte horizontal. Para entender esto partamos de un ejemplo: los
griegos hablan de valores horizontales, como son la amistad y el amor. Estos
son sólo posibles entre iguales. Cuando un amigo explota a otro o lo utiliza,
lo que Aristóteles llama "amistades por interés o por el placer",
esto ya no es una verdadera o auténtica amistad. Para Aristóteles, la amistad debe
ser una virtud y, como yo la interpreto, debe consisten en la horizontalidad.
La amistad y mismo el amor sólo valen la pena cuando se plantean en términos
horizontales. Lawrence Durrell se pregunta que por qué tiene que ser que
mientras uno de los amantes crece, el otro se debilita, se empequeñece cada vez
más. Por eso tendríamos que tomar el amor como un juego. Uno siempre debe estar
ganando en ese juego y el juego amoroso debe estar diseñado para que los dos
ganen; pero si uno empieza a notar que uno está perdiendo, de alguna manera
debe llegar a un momento en que uno le diga a su amor: "Amor, ha
sido tu última jugada". Pero nosotros a veces
no sabemos suspender el juego y seguimos jugando indefinidamente a pesar de que
estamos perdiendo cada vez más. El amor deber ser una "pasión alegre"
(Spinoza), pero a veces nos conformamos y hasta nos complacemos con un amor
convertido en una pasión triste.
Entonces el amor debe ser horizontal y las reglas
para el uno deben ser reglas para el otro. Los medievales introducen valores
verticales que implican un superior y un inferior; por ejemplo, de abajo hacia
arriba: la sumisión, la humildad, la obediencia, la mansedumbre. De arriba
hacia abajo: la caridad, la piedad, la misericordia, la compasión. Son valores
que encubren y reproducen relaciones de poder. La contracultura está más cerca
de los griegos que de esta figura medieval. Sus valores son horizontales y en
contraste con la mentalidad tecno-científica.
Habíamos dicho que la neutralidad, objetividad y
distancia que caracteriza a la conciencia objetiva produce un enfriamiento de
las relaciones humanas que llamamos elegantemente "cortesía". Muchos
matrimonios se acaban por exceso de cortesía: lo que debería ser amor y pasión
se transforma en mera cortesía. Frente a esto los jóvenes de los 60 proponen
valores de contacto, de comunicación, de afecto, de espontaneidad y de
simplicidad. Por eso adquieren mayor importancia el contacto físico, los
gestos, los comportamientos y el lenguaje verbal que implica un soporte
racional. La comunicación no pasa siempre por lo verbal y lo racional. Para
entender esto partamos de la distinción que hacen los hermenéuticos. En la
conversación entre amigos se supone que hay perfecta compresión: lo que uno
comprende no necesita interpretarlo. ¿Cuándo aparece la necesidad del proceso
hermenéutico? Cuando el texto tiene una cierta opacidad.
Ejemplo: dos amigos están escuchando música y entonces
uno le dice al otro: "¿No te parece que esa música es muy tenaz?". El
otro responde: "Sí, hermano, tenacísima". Es un ejemplo de
comprensión y de comunicación, de sincronización afectiva y corporal. Pero
supongamos que el otro le dice: "Oíste, ¿y vos que entendés por tenaz?".
Entonces en ese momento se rompe la comunicación; habría que entrar en un
ejercicio hermenéutico. El primero dice: "Hombre, yo pensaba en el ritmo,
en la armonía o en el punteo deí guitarrista... yo no sé". Aparece una
explicación fría y la comunicación se vuelve ambigua y pobre...
Importa más lo que los jóvenes de los 60 llamaban
"feeling" (sentimiento) que las palabras. Acudamos a Luís Carlos
Restrepo para ejemplificar mejor. Él utiliza la mano como figura y dice que con
ella se pueden hacer dos cosas: acariciar o agarrar. La caricia remite a la
ternura y el agarre remite a la violencia. Luís Carlos Restrepo establece que
el contacto con la mano es inequívoco: si a uno lo tocan, sabe inmediatamente
para qué lo están tocando. En cambio, con las palabras uno no sabe su le están
diciendo la verdad o si lo están engañando, si lo están manipulando, si lo
están embaucando; es decir, las palabras son sospechosas, son cuestionables,
mientras que el contacto físico no. Por eso los valores de la contracultura son
de contacto y ese contacto es el modelo de la comunicación.
1.5.2 Saber y conocimiento
El segundo aspecto de la contracultura es la idea de
saber que se enfrenta a la de conocimiento, tal como lo entendemos desde la
ciencia. El conocimiento implica una relación con los objetos en que se
pretende una aprehensión de tales objetos en términos de verdad. Es decir, el
conocimiento tiene un referente, de ahí lo que Habermas llama "una actitud
objetivante u objetivadora"; lo que el sujeto dice del objeto tiene una
pretensión de validez que se llama verdad.
Por su parte, la ciencia es el subconjunto de los
conocimientos que llamamos verdaderos. Wittgenstein dice: el conjunto de las
proposiciones verdaderas es al mismo tiempo el conjunto de la ciencia natural
total, es decir, la ciencia natural es la propietaria de la verdad total. Entonces
la verdad pertenece al campo del conocimiento científico y a esa actitud la
llamamos objetivadora.
Ahora bien, esta idea es completamente falsa. Desde
una epistemología incipiente, se podría enunciar como ilusoria. Granger dice:
el dominio de la ciencia no es el dominio de la verdad sino el dominio del
error, porque sólo la ciencia puede detectar el error, localizarlo y eso le
permite "avanzar". Morin decía que la física cambia más que la
teología y si cambia es porque su dominio es el error, no la verdad.
Culturalmente aceptamos que la ciencia es verdadera
aunque corresponda a una idea falsa. Los jóvenes de los 60, puesto que cuestionan
la visión científica del mundo, también van más allá del conocimiento. Y más
allá del conocimiento y de la ciencia está el saber. Lyotard define el saber
como una cierta competencia práctica con algo. Por eso, quien sabe no
necesariamente debe estar en capacidad de articular ese saber en un discurso
racional teórico.
Por ejemplo, hay quienes saben ver cine, escuchar
música; hay quienes saben amar, quienes saben vivir, pues no basta vivir para
saber vivir; no basta estar en una práctica cualquiera para ser un sabio de
dicha práctica. Los jóvenes de los 60 buscan el saber, y no el conocimiento ni
la ciencia, y para eso miran a Oriente, buscando un tipo de saber sapiencial, y
también investigan o experimentan con ciertas prácticas, como lo que se llamó la
sicodelia, a través de
la cual se pretende una ampliación de la conciencia
y la sensibilidad.
Ahora bien, hay varios medios para tal ampliación y
sensibilidad: medios naturales y medios artificiales. Medios naturales como la
meditación y medios artificiales como las drogas, aunque es preciso aclarar que
en la sicodelia la droga era un medio, no un fin en sí mismo. A través de estos
medios naturales o artificiales se buscaba como una fusión del concepto mental
con el estado físico del cuerpo. Es decir, se buscaba una transformación con
miras a la consecución de un estado que podríamos llamar la energía, la
vitalidad, la alegría, la felicidad, etc. En términos de Foucault, podríamos
decir que los jóvenes de los 60, como los antiguos, también proponían "prácticas
de sí" como algo fundamental en la vida.
1.5.3 Un nuevo estilo de vida
El tercer aspecto de la contracultura es la
confrontación con las formas de vida. Los jóvenes de los 60 combaten una forma
de vida: la forma americana de vida (the american way off life). Según ellos,
lo que caracteriza esta forma de vida es lo que se podría llamar "lo
organizacional". Para vivir dentro del sistema, uno tiene que contar con
todo el mundo: un día nuestro es imposible sin una cantidad de hombres con los
que nos relacionamos y de los cuales dependemos siempre de una u otra manera.
Esa es la vida organizacional y en ella somos parte de una
máquina como una pieza o un engranaje.
A esta forma de vida se le opone, en cambio, la
forma de vida "autárquica" y para comprender en qué consiste habría
que acudir a los cínicos. Los cínicos pretenden que el bien radica en vivir
conforme a la naturaleza, reduciendo al máximo las necesidades de corte
"político", es decir, proveniente de la polis, de la convención.
Tomemos el caso de Diógenes de Sínope: él solamente
andaba vestido con un tonel e iba con él a todas partes y, entre los pocos
bienes que poseía, tenía una escudilla (cuchara para tomar agua de las
fuentes). Pero un día vio un niño tomando agua en sus propias manos, entonces
botó la escudilla. Es decir, estaba utilizando un instrumento completamente
innecesario y de lo que se trataba era de reducir las necesidades al mínimo. De
ahí la imagen que nos formamos de Diógenes, como un hombre que viste muy
pobremente, muy austeramente, estrafalariamente; es por esto que decíamos que
el vestido significa y la forma de vestir puede tener un efecto político. El no
estar a la moda es estar al margen de las necesidades creadas por la industria,
la publicidad y el consumo. El ignorar estas necesidades los cínicos lo
llamaron desfachatez. Se necesita ser tremendamente desfachatado para ignorar
las convenciones sociales, las presiones del medio sobre cada uno de los
individuos. Ahora, cuando uno tiene el valor de hacer el desprecio de estas
convenciones puede llegar a ser medianamente libre o, como se decía en los 60,
"auténtico".
1.5,4 Neo-primitivismo
Por último, en la contracultura, y básicamente en el
hippismo, se da una recuperación de las culturas primitivas más próximas a los
orígenes, es decir, si se trata de una reacción contra la modernidad, hay que
mirar a la premodernidad. Entonces viene el llamado mito de la wilderness (de la vida salvaje, de la
vida primitiva), y aparecen unos componentes arcaicos en la contracultura, como
lo siguientes:
Un retorno a la naturaleza: para los modernos, la
naturaleza es sólo un almacén de recursos que están al servicio del hombre y
que él utiliza para su bienestar, para su confort. No es que el hombre moderno
desprecie la naturaleza ni piense que sea mala; la considera buena para la
realización de sus propios fines, pero en este sentido asume una mentalidad
conquistadora, transformadora, avasalladora y destructiva de la naturaleza. Esa
mentalidad proviene desde Bacon y Descartes. Un historiador decía que cuando
uno lee textos posteriores a Bacon y Descartes encuentra continuamente
metáforas que "apestan" a violencia y penetración. Esto equivale a
una metáfora erótica, ya que la ciencia es algo masculino y la naturaleza algo femenino.
Las ecofeministas han captado muy bien esta relación al plantear que es la
misma actitud (masculina) la que ha saqueado y explotado la naturaleza y
excluido y confinado a la mujer.
Boulding plantea la teoría de la Space Ship Earth (la nave espacial
tierra). La tierra es algo así como una nave espacial, al fin y al cabo tiene
su trayectoria en el espacio. Los humanos sólo contamos con los recursos que
hay en esa nave y sin embargo dilapidamos, derrochamos esos recursos como si
fuesen inagotables. Los hombres seríamos los pasajeros de esa Space Ship Earth y la conciencia de esto
debería generar una nueva actitud, un aire de simpatía con la naturaleza (lo
mismo que en el chamán).
El retorno a la naturaleza presenta otra cara: una
actitud de rechazo frente a la ciencia y la tecnología. Los jóvenes de los 60
proponen una crítica a la ciencia completamente novedosa. Históricamente se
integra al proceso que Jean Ladriére denominó "el replanteamiento del proyecto
histórico de la ciencia". La
primera fase de este replanteamiento se inició después de la Segunda Guerra
Mundial y consiste en un cuestionamiento ético dirigido al científico: el
científico es responsable de lo que hace, de los proyectos que diseña y que
ejecuta. Los funestos sucesos de la Segunda Guerra Mundial revelaron a la
humanidad entera que algo tenía que ver allí la ciencia, es decir, sin el
descubrimiento de la fisión nuclear del átomo, sin la invención de la bomba
atómica, no hubieron ocurrido fenómenos como Hiroshima y Nagasaki.
Entonces, la ciencia comenzó a ser cuestionada desde
el punto de vista de su responsabilidad ética. Hans Joñas dice que tenemos que
mirar todo, en particular la ciencia, en términos no de "una profecía de
la gloria", que es la idea moderna del progreso hacia lo mejor, sino en
términos de la "profecía del desastre". Es mejor esperar lo peor, que
confiar en lo mejor. Esta profecía del desastre se integra con una actitud
pesimista que ya proponían los jóvenes punks de los años 70. La ideología del progreso
dice: "The best is yet to come", es decir, "lo mejor está por
venir". Pero los punks afirman: "The worst is yet to come" (lo
peor está por venir) no hemos visto nada todavía.
La segunda fase consiste en un cuestionamiento al
discurso científico por sus conexiones con la política (mérito del marxismo):
las investigaciones no son puras. ¿Qué tipos de investigaciones realizamos más
frecuentemente? Dice Ladriére: investigaciones para poner a disposición de la
economía nuevos medios, investigaciones para crear nuevos procesos
industriales; investigaciones para crear nuevos ingenios militares y también,
en último término, investigaciones para contribuir al desarrollo de cierta
región o de cierto país. Díganme, ustedes, si las tres primeras líneas de
investigación pueden ser consideradas puras o neutrales.
La ciencia ha dejado de ser una forma de pensamiento
y se ha convertido en una técnica al servicio de la industria y una de las industrias
más desarrolladas y de las que jalona el crecimiento experimental de la
investigación científica es la industria militar. Entonces hay una conexión
entre la ciencia -investigación científica- y el poder. La ciencia es un factor
de poder económico, político y social.
En la tercera fase ya no solamente se cuestiona la
responsabilidad ética del científico, la presencia del poder en la
investigación científica, sino que se hace un cuestionamiento de la ciencia
misma. Efectivamente, los jóvenes de los 60 proponen un "juicio a la
ciencia". Dicen que la ciencia es cuestionable aunque haya producido
bienes, servicios y mucho confort,
pero es mucho mayor la cantidad de males que ha traído consigo. En
consecuencia, con esto proponen lo que ellos llaman una "moratoria"
de la ciencia, es decir, que las investigaciones científicas que se han venido
realizando sean suspendidas inmediatamente a causa de los peligros potenciales.
Entonces la ciencia no es algo que brinda seguridad y confianza, sino algo que
inspira temor y se convierte en una amenaza para la humanidad. A propósito de
la tecnología, ellos proponen una "abstinencia tecnológica", que
tiene que ver con lo que llamábamos antes la reducción de las necesidades al
mínimo. No se trata de renunciar a los beneficios de la técnica o tecnología,
sino hacer un uso de estos medios en la menor medida posible.
Volvamos a lo positivo. Así como hay un retorno a la
naturaleza, también se produce un retorno al cuerpo, es decir, el retorno
general a la naturaleza implica un retorno particular, singular al cuerpo, al
desarrollo máximo de su potencia. El cuerpo debe ser liberado, entonces
aparecen como los conceptos de sensación, de goce, de instinto, de pasión.
Todos estos conceptos deben ser potenciados para buscar cierta transformación
de! hombre, para buscar estados como la felicidad. De aquí se sigue lo que
Lipovetsky llama una nueva generación o cultura hedonista y narcisista. De
una cultura que enfatizaba la disciplina, las normas y hacía del cuerpo algo
"útil y dócil" (Foucault), pasamos al placer como criterio.
Epicuro decía que "si una actividad no está
acompañada de placer, mándala a paseo" y Aristóteles decía que hay una
gran diferencia entre una actividad que está acompañada por placer y otra que
no: la acompañada por placer es mucho más perfecta. Piensen en Beethoven: ¿él
componía sus sinfonías por deber, por sujeción a las normas o por placer? Yo
recuerdo una conferencia de Miguel Ángel Cornejo en la que decía: uno no se
imaginaría a Beethoven diciendo: "Hombre, y yo que la próxima semana tengo
que componer la novena sinfonía, ¡qué pereza!". No. Uno se imagina a
Beethoven penetrado por la pasión. Y cuando uno está penetrado por la pasión lo
que hace es un producto perfecto, excelente. Entonces la excelencia se puede
buscar a través de la competitividad, que es lo que propone el capitalismo, o
se puede buscar a través de la pasión y el placer y a través de la realización
de los deseos.
Al lado de un neohedonismo y un neonarcisimo aparece
un neoascetismo. Ya habíamos dicho cómo se viste el hippie: austeramente, tanto
en la ropa como en los adornos. Noten ustedes: si uno se adorna con oro o
plata, lo que vale es el oro y la plata (valor comercial); en cambio, si uno se
adorna con tela y cuero, que no tiene ningún valor, miren entonces como la tela
y el cuero son apenas señuelos que remiten al cuerpo mismo como valor. Luego,
si uno se viste lujosamente, lo que valen son los lujos; y si uno se viste
austeramente, lo que vale es el cuerpo.
La contracultura comporta también una nueva visión
de lo que debe ser la participación en la producción y en el consumo. El
trabajo, por ejemplo, es un valor. No es el supremo valor, no es un valor
superior, sino un valor relativo. Si uno no trabaja, entonces inmediatamente
queda excluido, marginado de la sociedad. Hay que conseguir, pues, algún
trabajo, un puesto de trabajo. Lo ideal sería que este trabajo nos diera
placer, pero si no es placentero, entonces uno puede aceptar ese puesto de
trabajo pero para trabajar lo menos posible. Noten ustedes, ¿qué estamos
haciendo ahora gracias al computador? Gracias al computador, uno lleva trabajo
a la casa, cuando debería ser lo contrario: traer ocio para el trabajo.
Entonces el valor es el ocio; inclusive para los
antiguos, el ocio es lo bueno. Y el negocio es lo malo, porque el negocio es la
negación del ocio. Así pues, se introduce el ocio como valor: Beatniks, hippies
y punks son jóvenes ociosos. Pero así como tenemos que trabajar, también
tenemos que consumir. Sin embargo, lo que debemos consumir depende de cada
quien, es una decisión personal. Los hippies proponen que consumamos aire puro
y agua fresca. Uno podría ir a cine, pero también podría ir a un bosque, y el
bosque es gratuito. Mientras el cine cuesta, tiene precio, el bosque no lo
tiene, y además está uno en un medio natural. Ahora, ciertamente hay que
comprar cosas, hay que ir al almacén de vez en cuando, pero entonces uno puede elegir
dónde y cuándo comprar. En las promociones, por ejemplo, se compra lo mismo
pero más barato.
También se pueden comprar ciertas cosas y no otras;
por ejemplo, los jóvenes consumían música; una actitud del joven es coleccionar
música, pero entonces no colecciona otras cosas, es decir, si hay que consumir,
que sea algo que cause placer, satisfacción, no todo lo que se vende. Ya
sabemos que la publicidad produce necesidades. Entonces se trata de no hacer
caso de esas imposiciones de los medios publicitarios, sino atender a nuestros
sentidos, a nuestra intuición, a nuestro instinto en último término, porque el
cuerpo siempre tiene la razón. Esto es lo que plantean los estoicos: el cuerpo
tiene una especie de conciencia de sí mismo; hay un pensamiento inconsciente
del cuerpo, pero es el medio social el que desnaturaliza ese conocimiento de sí
mismo y uno termina por no saber lo que quiere realmente.
En cuanto al consumo, lo más importante sin embargo
es el valor que se concede a lo gratuito. Lo gratuito (free) no es solamente lo que no cuesta nada, sino aquello que nos
hace libres, que nos da la libertad (freedom).
En la sociedad de consumo, lo valioso coincide con lo que tiene un precio muy
alto. Los jóvenes de los 60 proponen como valor lo gratuito. Pero, ¿qué cosas
son gratuitas? La vida, la naturaleza, el amor, la amistad son gratuitos. La
vida es gratuita, porque la vida es un milagro, es un don. Alguien decía que la
vida es un don de los dioses; la vida buena, en cambio, es una creación o una
invención nuestra. Es decir, a nosotros nos regalan la vida, pero no nos
regalan la vida buena, feliz; ésta tiene que ser una producción de los hombres.
La naturaleza también es algo gratuito. El amor se
ofrece gratuitamente. Uno debe amar sin esperar a ser amado (a ser
correspondido); si uno ama apara que lo amen, está planteando el amor como un
negocio. Uno debe amar abiertamente, infinitamente, sin esperar recompensa. La
amistad también es algo gratuito. Tendríamos que pensar en lo que dice
Aristóteles: la amistad es una virtud, es decir, uno ofrece la amistad
gratuitamente, no por utilidad ni por placer.
En síntesis, la contracultura juvenil de los años 60
constituye toda una pragmática ética que se enfrenta a la cultura moderna y
pretende socavar sus bases. Muchos entre nosotros pueden no estar de acuerdo
con la guerra, el racismo, la desigualdad entre los hombres, las diferentes
formas de autoritarismo y el ejercicio sádico de poder. Pueden incluso
sospechar del carácter masculino de la cultura oficial, de la sociedad del
dinero y de inútil la búsqueda del poder. Pero nunca antes, no de una manera
tan decidida, se había combatido todas estas ideas y se había logrado un
entusiasmo como el que se dio en la llamada "década dorada" de los
años sesenta.
Para muchos todo esto fue flor de un día. El
hippismo murió y el rock tomó otras direcciones menos contestatarias; pero lo
que se desconoce es que este movimiento contracultural no era del todo nuevo no
claudicó definitivamente. Muchos asumen que la llamada "Nueva Era"
(New Age) no es otra cosa que el Ave Fénix que se levanta de las cenizas de la
contracultura. Desde esta interpretación, la contracultura no murió, sino que
dio lugar a un fenómeno más amplio, más universal. No vamos a discutir aquí
este punto. Lo que sí vamos a mostrar es que en vez de ser un fenómeno
(históricamente) aislado, la contracultura es parte de un proceso muy antiguo
que proviene de la misma sociedad chamánica y transcurre paralelo a la cultura
dominante que llamamos occidental. Por tratarse de un proceso marginal se le ha
llamado "underground".
2, UNDERGROUND
Underground y contracultura son términos que tienden
a confundirse. En realidad, el término underground es más amplio que el de
contracultura. Según Luís Racionero, el underground "es la tradición del
pensamiento heterodoxo que corre paralela y subterránea a lo largo de la
historia de Occidente, desde la aparición de los chamanes prehistóricos [...]
hasta nuestro días".
La contracultura significa un momento de entusiasmo
underground; la concepción o cristalización cultural de una actitud que recorre
los tiempos y traspasa las fronteras, desconfiando siempre de la razón y los
poderes públicos, de su capacidad para resolver los problemas sociales más
apremiantes y, al mismo tiempo, enfatizando la importancia de lo más privado
(el cuerpo, la vida) y lo más público (la naturaleza).
El underground tiene poetas como Walt Whitman y
filósofos como Thoreau, Lao Tse o Spinoza. Es un pensamiento sin sujeto que
circula por todas las épocas y países y se reconoce quizá por un espíritu muy
cercano a la tierra, a la vida y a Dios. De una manera muy breve, vamos a
caracterizar el pensamiento underground a través de tres aspectos: la idea de
una solidaridad mundial, la resistencia a sistemas de poder y a todo tipo de organizaciones
autoritarias y la importancia que se le concede a la vida sobre el pensamiento.
2.1 LA BÚSQUEDA DE UNA SOLIDARIDAD MUNDIAL COMO
PRODUCTO DE UNA MENTALIDAD PLANETARIA.
El pensamiento underground parte de la convicción de
que existe una profunda unidad en la naturaleza. Todo el universo forma parte
de un continuo en perpetua transformación. El hombre hace parte de esa
corriente, pero para asumir esta situación de pertenencia se requiere de algo
así como una supraconciencia, que nos sitúe más allá de lo bueno y lo malo y
nos permita comprender, ya que comprender significa saber a dónde pertenecemos,
con qué o a quién estamos integrados. El hombre occidental se siente incómodo y
trata de detener este flujo mediante conceptos y elevando al rango de valores
superiores a aquellos que permiten la composición de un ego: el poder, el dinero,
el éxito, la propiedad, el trabajo, las diferentes formas de discriminación y
segregación (racismo, sexismo, especieísmo, etc.), la competencia, la guerra.
Milán Kundera afirma que existen métodos para
encontrar la unicidad del yo: por suma y por resta.
El método de la suma consiste en ir agregando a nuestro yo todas las
propiedades que vamos adquiriendo durante nuestra vida (cargos, profesión,
identificación con un partido, posiciones, estado civil, etc.). El método de la
resta consiste, por el contrario, en ir quitando (por externas, superficiales,
accesorias), una por una, todas aquellas características que nos definen
socialmente, en la búsqueda de un yo no social, convencional o histórico. Estos
dos métodos diferencian a Occidente de Oriente (o del underground), tal y como
lo expresa un personaje de la película "Siete Años en el Tíbet":
"En Occidente un hombre es reconocido por su éxito, mientras que en
Oriente un hombre vale cuando logra olvidarse de su ego".
Para Oriente, y el pensamiento underground en
general, cuenta más el método de la resta. Si le quitamos a nuestro yo todo
aquello que consideramos "externo o prestado", lo único que queda es
"una noche" (Bataille) o "una nada" (Borges) o un vacío
(Bhagwan). Y este sentimiento de ser una noche o una nada o un vacío hace que
nos identifiquemos con todas las cosas y con todos los hombres. Un hombre que
se olvida de su ego no se siente inferior ni superior a nadie. De aquí nace una
profunda simpatía por lo existente o, según otros, una profunda compasión.
Albert Schweitzer decía: "Yo no sé si los animales piensan o no, pero si
sé que sufren y por eso los considero mis semejantes".
Existe, pues, en el pensamiento underground, una
convicción de la unidad e igualdad de todos los seres en la naturaleza. De allí
se sigue la idea de la solidaridad como respuesta natural a la premisa de la
horizontalidad de las relaciones entre hombres y cosas y hombres y hombres. El
amor es un sentimiento privado: no podemos amar sino a los más próximos. La
solidaridad no es otra cosa que la capacidad de amar a los extraños, a los
lejanos tal y como si fueran cercanos. La naturaleza es una, mientras los
hombres se mantienen separados; y no sólo eso, sino en relaciones de conflicto,
de choque, de guerra. El hombre logró dividir lo indivisible (el átomo), pero
no ha logrado la unión de los hombres.
Ahora bien, se comprende mal la idea de la búsqueda
de la solidaridad mundial si se entiende como un proyecto público, social. No.
La solidaridad es algo que se puede aplicar o realizar a través de los más
próximos y poco a poco se puede lograr irradiar hasta los más lejanos, así como
los círculos que se producen en un estanque de agua cuando cae una piedra. La
solidaridad es el sustituto adecuado de la idea de justicia. Ésta requiere de
leyes, de un aparato administrativo, de funcionarios. La solidaridad, en
cambio, está en nuestras manos.
2.2. LA RESISTENCIA A SISTEMAS DE PODER Y A
ORGANIZACIONES AUTORITARIAS
La rebelión juvenil de los años sesenta no estaba
orientada, como en el marxismo, contra la propiedad privada del capital o
sistema social, sino contra la organización completa de vida, todos aquellos
valores que en la sociedad moderna se sugieren, construyen, o imponen con el fin
de desarticular el deseo. Lyotard hace un excelente diagnóstico de la actitud
de los jóvenes en este sentido: "Para millones de jóvenes en el mundo el
deseo no se carga en el dispositivo capitalista, sino que no se reconocen y no
se conducen como fuerza de trabajo a valorar en función del cambio, es decir,
del consumo. Aborrecen lo que el capital insiste en llamar trabajo, vida
moderna, consumo; todos los "valores" de la nación, familia, Estado,
propiedad, profesión, educación. "Valores" que se perciben como otras
tantas parodias del único valor, el valor del cambio...".
En esta misma dirección, Phil Siater caracteriza al underground por oposición al sistema
autoritario, ortodoxo: "El sistema ortodoxo, cuando tiene que elegir,
tiende a dar preferencia a los derechos de propiedad sobre los derechos
personales; a las necesidades tecnológicas sobre las humanas, a la competencia
sobre la cooperación, a la violencia sobre la sexualidad, a la concentración
sobre la descentralización, al productor sobre el consumidor [...] a las formas
sociales sobre la expresión corporal, al esfuerzo sobre el goce".
Para el underground,
la sociedad siempre será algo sospechoso por más que abunden las "buenas
intenciones" para mejorarla. La sociedad siempre se basará en la disciplina
y la autoridad y jamás renunciará a ejercer un control sobre sus miembros. A
nombre del "correcto funcionamiento social", la vitalidad, el placer,
la consideración afectiva hacia hombres y cosas siempre serán aplastadas.
Pero no es sólo el sistema social lo que resulta
sospechoso. También lo son los deseos y los ímpetus revolucionarios. El
terrorismo revolucionario resulta tan condenable como la represión oficial. A
nombre de la defensa o de la reforma de la sociedad y de la patria se desencadenan
espantosas carnicerías. Participar, comprometerse políticamente, significa
cohonestar con el mal. Por esta razón en el underground
se opta por el retiro a la vida privada, lo cual implica una actitud
marcadamente individualista. Con la valorización que se le concede a la vida
privada vienen la afirmación del individuo en su singularidad y la intensidad
de las relaciones de cada uno consigo mismo. Miradas así las cosas, la sociedad
y sus problemas de violencia, de lucha por el poder, se convierten en una abstracción.
Esto no quiere decir que haya una renuncia política. Sólo que la relación con
la autoridad y el poder no se plantea en términos de confrontación sino en
términos de resistencia. Resistencia, por ejemplo, al trabajo desde el ocio, al
poder desde el erotismo; al lenguaje y a las palabras desde el silencio.
2.2 LA IMPORTANCIA DE LA VIDA FRENTE AL PENSAMIENTO
Occidente ha sido una cultura cimentada en la verdad
de su saber. El problema de la verdad es que es excluyente: cualquier otra
verdad posible es reducida a la charlatanería, el mito, la falsedad o la
mentira. Pero de hecho, la verdad no es más que un error que el paso del tiempo
ha convertido en inalterable. El error no es lo contradictoria de la verdad
sino sólo su opuesto. El underground
abandona olímpicamente la búsqueda de la verdad. La verdad no es sólo una
ilusión, sino que además es peligrosa: ¿cuántas muertes no han ocurrido a
nombre de la verdad (la verdad de la teoría de una raza pura, la verdad de una
interpretación de un texto sagrado, etc.)? Fuera de esto, hay algo en la
voluntad de verdad que se muestra en contra de la felicidad de los hombres,
pues la verdad se encuentra a través del pensamiento y la vida es otra cosa. El
pensamiento correcto, según Eric Fromm, "llevó no sólo al dogma, sino
también a la ciencia. En la ciencia el pensamiento correcto es todo lo que
cuenta".
El underground
opta por la acción, por la vida. Lo que cuenta, lo realmente importante, no es
el pensamiento correcto sino la vida, la forma correcta de vida. Nos dice Eric
Fromm que "tanto en el brahmanismo como en el budismo y el taoísmo, la
finalidad fundamental de la religión no es la creencia correcta sino la acción
correcta [...] La religión judía asignaba especial importancia a la forma
correcta de vivir, el Halacha".
La importancia de la acción sobre el pensamiento
trae consigo dos consecuencia de gran importancia. La primera es la tolerancia
en el pensamiento. Ya que el pensamiento no es lo más importante, ¿qué sentido
tendrían las persecuciones, las guerras, todo tipo de acciones violentas que se
emprendan a nombre de una idea, de una verdad? La segunda es la tención que se
le conceda al individuo y su cuerpo, su vida, su placer, su felicidad.
En el underground
no se tata de hilar unos argumentos a partir de otros ni tampoco de refutar
argumentos con base en otros argumentos, son miras a establecer discusiones
racionales y críticas. No. Es preciso mirar los argumentos desde los intereses,
las fuerzas, las motivaciones que están en juego y estos intereses, fuerzas y
motivaciones no nos conducen a alturas especulativas sino a cuestiones
completamente terrenas: deseos, pasiones, caracteres. Es precisamente en este
ámbito donde encuentra el underground
lo importante y es allí donde se encuentra todo un trabajo por hacer, el de la
transformación del hombre. Antes que intentar transformar la sociedad, lo
prioritario es la transformación de nosotros mismos y este afán lo encontramos
tanto en Oriente como en la cultura helenística y romana. La cultura moderna,
una cultura de la primacía de lo público sobre lo privado, opacó en gran medida
y le restó importancia a todo ese conjunto de prácticas que Foucault denominó
"prácticas de sí mismo".
Estos tres rasgos del underground: mentalidad
planetaria, libertaria e individualista, son apenas el resultado de la mirada
que, desde la contracultura, permite iluminar un movimiento histórico,
difícilmente reconocible y asimilable en términos académicos. Sólo resta por
decir que la contracultura, más que un mero episodio histórico de entusiasmo
juvenil, envuelve toda una visión del mundo que siempre estará presente para
todos aquellos que tengamos los ojos abiertos y oídos atentos.
CAMPS, Victoria. Más allá del bien y
del mal. En: La imaginación ética. Barcelona: Sebe Barral, 1983.
Cfr. HEGEL, George Wilhelm F.
Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Barcelona:
Alíaza, 1994. Tomo II. P. 509
MUMFORD, Lewis. El mito de la máquina.
Buenos Aires: Emecé, 1969. p. 294
9 FOUCAULT, Michel. Tecnologías del
yo. Barcelona: Raidos, 1990. p. 48
10 LADRÍÉRE, Jean. El reto de la
racionalidad. Salamanca: Siguiente, 1977. p. 169
11 LIPOVETSKY, Gilíes. "Narciso o
la estrategia del vacío". En: La era del vacío. 2a. Ed. Barcelona:
Anagrama, 1987.
RACIONERO, L, Op. Cit, p. 10
KUNDERA, Milán. La inmortalidad.
Barcelona: RBA Editores, p. 120
LYOTARD, Jean Francois. ¿Porqué
filosofar? Barcelona: Altaza, 1994. p. 32
FROMM, Eric. Ei arte de amar. Buenos
Aires: Raidos, 1996. p. 81